UNA RUEDA DE HAMSTER

¡Siempre me pasa lo mismo!, ¿por qué a mi?, ¡ya no se qué hacer!

Podríamos decir que todos y todas, alguna vez, quizá con otras palabras o con “palabrotas” hemos tenido esta queja que, se traduciría en distintas sensaciones, como, por ejemplo: injusticia, indignación, indefensión, insatisfacción… Palabras que describen sensaciones y que empiezan por “in”, que, en latín, significa “dentro”, con lo cual podemos preguntarnos si ¿hay algo de esa queja que tiene que ver con algo de dentro de nosotros?

Es habitual escuchar en conversaciones de pareja, amigos, familiares, compañeros, conocidos… el relato de situaciones importantes en la vida, que persisten en forma de sufrimiento, en forma de malestar y que, en muchas ocasiones, por mucho que intentemos poner toda nuestra voluntad al servicio de que “esto” o “aquello” cambie, resulta harto complicado y, a veces, imposible y además es, verdaderamente, frustrante.

Esta persistencia del sufrimiento la podemos ver, por ejemplo, en hombres o mujeres que eligen un tipo particular de pareja, con la cual acaban teniendo las mismas dificultades que han tenido con la anterior o con las anteriores parejas.

Recuerdo una conversación con amigos, donde uno de ellos contaba las dificultades con su pareja actual y muchos de los allí presentes, estábamos un poco confundidos, al no tener claro si estaba hablando de la pareja actual o de la anterior o de la anterior a la anterior. Al rato de estar escuchando a este amigo, uno de los que allí estaba le dijo: “…tío, estás hablando de la misma mujer, pero con diferente vestido…” 

Esta frase da cuenta de un hondo dolor en el que, hay algo, que no se sabe muy bien qué es, ni por qué pasa, ni cuándo empieza, ni cuándo termina, ni siquiera si termina y que, en definitiva, hace que repitamos conductas, gestos, elecciones… que, en muchas ocasiones, nos generan malestar y que Freud, además de percibir muy bien escuchando a sus pacientes, definió como repetición.

En el texto “Mas Allá del Principio del Placer” (1920), Freud expone, entre otras ideas fundamentales, que la vida psíquica de una persona no está gobernada sólo por el placer, que el ser humano no sólo busca el placer, si no que hay una parte importante de la vida, que además forma parte del funcionamiento psíquico inconsciente, a partir de la cual ciertas decisiones, relaciones, conductas le generan displacer y la persona lo sabe y, por mucho que lo intenta, no sabe por qué no puede evitarlo y lo repite, de forma inconsciente, sin darse cuenta, una y otra vez, obteniendo como resultado cuotas importantes de displacer, de malestar psíquico.

A lo largo de la vida, en mayor o menor medida, hemos vivido, como protagonistas y como espectadores, paradojas cuya explicación lógica y coherente no alcanzan para poder entenderlas.

Desde realidades verdaderamente complejas y delicadas, como las adicciones, en donde la persona que sufre la adicción sabe mucho y bien el daño físico y psíquico que sufre y, sin embargo, una explicación lógica y coherente puede no ser suficiente para parar la adicción…

Hombres y mujeres que eligen una y otra vez relaciones de pareja que acaban en sufrimientos terribles, de los cuales, puede ser muy difícil salir…

Padres y madres que, con mucho dolor cuentan, que tenían la convicción de no hacer con sus hijos determinadas cosas que no les gustaron que sus padres hicieron con ellos y, sin darse cuenta, repiten estas situaciones difíciles con sus hijos…

Personas que les despiden una y otra vez de distintos trabajos, por los mismos motivos…

Realidades muy cotidianas como olvidos constantes de cosas que nos hacen perder tiempo… olvidar y/o extraviar con frecuencia objetos importantes…

Y un sinfín de situaciones donde vemos como, en determinados aspectos de la vida, la persona no para de intentarlo, no escatima esfuerzos, muestra una voluntad inagotable, persevera en querer cambiar, pero, al final, siente que ha estado corriendo como un hámster en su rueda, sin parar de moverse, pero sin poder avanzar.

La repetición forma parte del funcionamiento psíquico y podríamos decir que no sólo está presente del lado del sufrimiento, porque, de alguna manera, repetimos cosas que tienen que ver con la forma en la que fuimos criados, con la relación con nuestros padres, con nuestros hermanos, etc. que nos hacen sentir bien, pero estas cosas al dar bienestar, muchas veces no nos paramos a pensarlas porque forman parte del equilibrio subjetivo de cada uno. El problema surge cuando la “repetición” está del lado del malestar, cuando rompe el equilibrio, cuando lo que repetimos nos hace sufrir y, aunque lo intentamos, no podemos evitarlo.

Se trata entonces de poder pensar, lejos de juicios de valor y de autocríticas feroces y estériles, que cuando repetimos algo que nos genera malestar, de alguna manera y desde una perspectiva psicoanalítica, estamos, inconscientemente, intentando resolver algo que, evidentemente, aún no está resuelto. Es como si, de forma consciente sabemos muy bien lo que queremos, lo que nos hace bien y lo que no, cómo lo queremos, etc., pero no conocemos cuál es el camino que tenemos que seguir para conseguir eso que queremos, y entonces hacemos lo que podemos, hacemos lo que nuestra “memoria” inconsciente conoce y llegamos a un destino “repetido”, muy alejado del que teníamos planificado.

Uno de los problemas más complejos en la repetición es que la persona queda como encadenada a un destino “predestinado”, como si no tuviera la posibilidad de construir otra cosa, sólo de sentir que sabe “a priori” que, si se escoge el camino “A”, siempre se llegará a “B”, por muy malo que sea, pero es el que conoce. El tema está, cuando la persona quiere llegar a “C” o a “D” o a “E”… y entonces ya, se trata de ir construyendo nuevos caminos que implican una ardua, pero posible renuncia a lo automático de lo conocido, por la incertidumbre de lo nuevo por conocer.

Imaginemos la vida de una persona que no conoce la electricidad y las muchas dificultades, pérdidas de tiempo, limitaciones que esto le genera, y aún así, esta persona sigue viviendo su vida hasta que conoce la electricidad, pero no sabe cómo hacer para acceder a ella y sigue encendiendo sus velas, teniendo a mano mecheros, etc.… con la firme convicción de que así tendrá electricidad, porque, aún no sabe que existen otros caminos, distintos a los que conoce, para encontrarla.

Este ejemplo podría ser un tanto simplista, pero es importante subrayar que el “no saber” que se describe, intenta hacer una metáfora al “no saber” inconsciente, es decir, la repetición es inconsciente y por eso la persona no sabe por qué, ni para qué repite lo que repite.

Podemos decir entonces que no todo son malas noticias porque es, entre otras cosas, labor del psicoanalista poder ir facilitando que emerja el relato inconsciente que sostiene esa repetición que, a efectos prácticos, genera malestar en la vida cotidiana del sujeto. Es precisamente el proceso psicoanalítico el espacio en el que, al ritmo del paciente, se puede re – elaborar esa dinámica que mantiene viva e intacta la repetición, dando salida a algo distinto, rompiendo esa rueda del hámster, permitiendo la posibilidad de construir otra cosa, que se podría traducir en: otro tipo de relación de pareja, otra forma de vincularse con la pareja, otro tipo de hombre, otro tipo de mujer, otras cualidades en el vínculo con los otros… que, en resumidas cuentas, disminuyan la tensión que genera una repetición que, muchas veces llega a ser una “crónica de una muerte anunciada” y transformarla en una situación más amable, en una especie de “crónica de un destino en construcción”.

Quizá entonces nos podamos preguntar: ¿hay algo de mi sufrimiento que tiene que ver, también, conmigo?