…PORQUE JUGAR NO ES UN SOLO JUEGO…

El juego como parte de la intervención psicoterapéutica con los niños supone un motor de cambio, es lo que permite que el niño despliegue su conflicto y cuente, de forma simbólica, lo que le pasa. Bien es cierto que, más allá del tratamiento, el juego tiene una función estructurante en el aparato psíquico del niño y cuando los padres juegan con sus hijos o cuando los niños juegan solos o con otros niños, lo hacen por diversión y esta diversión que les genera placer, es importante para que el niño vaya armando, de forma progresiva, su subjetividad.

Es importante poder diferenciar el juego como parte de una técnica de intervención y el juego como parte de la vida del niño, y lo que, a partir de estas diferencias, supone cada uno. El juego como técnica va acompañado de las intervenciones del psicoterapeuta, el juego de la vida cotidiana forma parte del desarrollo del niño.

Sería ingenuo pensar que la poca importancia que a veces parece que se le da al juego tiene que ver sólo con la familia, con los profesores, con los profesionales, etc., porque actualmente, pareciera que el juego no es tan importante para la sociedad en su conjunto, al menos si lo comparamos con la importancia de que el niño sea competitivo, productivo, que aprenda idiomas, que tenga altas capacidades, que acuda a cinco actividades extraescolares por semana, que aprenda a leer, o a escribir, o a sumar, o a restar antes que los demás compañeros de su clase, etc….

En este punto, surge la pregunta, a día de hoy: ¿de qué infancia hablamos, cuando hablamos de infancia? He sido incapaz de responderla del todo, pero me atrevo a decir que juego e infancia son dos caras de la misma moneda. Es muy difícil pensar la infancia sin el juego y también, pensar el juego sin la infancia. En palabras del psicoanalista José Ramón Ubieto: “(…) de la infancia, lo que queremos es que responda ya, de manera inmediata a un programa que es un programa básicamente de satisfacción, un programa de goce, de que rápidamente se conecten, se hiperactiven, se hipersexualicen, hiperconsuman y, en ese sentido, estamos quitándoles algo que Freud definía como muy importante: la espera necesaria, el tiempo para comprender cómo se hace uno mayor…”

El tiempo de la espera de la infancia, es un tiempo fértil y fundamental para la construcción del psiquismo.

El juego está presente en los comienzos de la vida. Uno de los juegos a los que Freud hace referencia en su artículo “Más allá del Principio del Placer» (1920), es el “Fort Da”, que ocurre cuando el niño, al percibir la ausencia de la madre, crea un juego a partir del cual intenta tramitar esta ausencia, para él displacentera, pudiendo transformar esa vivencia traumática y vivida de forma pasiva, en una situación activa, que él puede controlar a través del juego.

Winnicott, en “Realidad y Juego” (1971) plantea: “En la experiencia del bebé más afortunado (y del niño pequeño, del adolescente y del adulto) no surge el problema del separarse en la separación, porque en el espacio potencial entre él y la madre aparece el juego creador, que nace con naturalidad del estado de reposo…”. Podemos decir que es precisamente la aparición del juego ausencia – presencia, en este caso, un indicador de que ese displacer asociado a la ausencia, puede tramitarse de forma natural por el niño, dejando de ser un problema, porque puede empezar a ser un juego.

De modo tal que el juego posibilita que lo que el niño vive de forma pasiva, pueda realizarlo de forma activa.

Muchos niños juegan a ser mayores, a ser como los mayores que conocen, hay niños que juegan a ser mamá o papá: usando la corbata, los tacones, el pintalabios, etc., juegan ser un personaje que les gusta mucho, juegan a dar de comer, a la profe, al médico, etc. Cuando los niños empiezan a jugar con diferentes objetos, sean o no juguetes, están construyéndose, están construyendo escenas, historias, relatos, personajes, etc., que son genuinos y que tienen algo de sí mismos.

Pensemos en dos niños, de la misma edad y cada uno con un muñeco de Spiderman, probablemente jueguen a lo que hace Spiderman, pero si miramos con detenimiento, seguramente cada uno también jugará al Spiderman que tiene en su cabeza, uno estará trepando por los edificios, otro estará volando, uno salvará niños, el otro salvará animales, a uno se le habrá roto la telaraña, el otro pasará de la telaraña, etc…

O pensemos por ejemplo en dos niños, cada uno coge un palo para jugar y uno lo utiliza como espada y el otro lo utiliza como bate, uno lo coloca en el suelo para saltar sobre él y el otro lo utiliza como bastón, uno lo rompe en palitos más pequeños y el otro lo junta con piedras, etc. y son estas cualidades, aparentemente nimias, las que hacen del juego, una actividad fértil para que se ponga en marcha el significado de lo que para cada niño va siendo importante.

Los niños juegan a lo imposible, a ser lo que no son y a no ser lo que son, juegan a morir, juegan a matar, para poder pensar luego, los dramas de la vida.

En el tratamiento psicoterapéutico, es importante que tanto los padres como los niños sepan que no van a jugar por jugar, que jugando hablaremos de cosas que al niño o a la niña, le preocupan. El niño hace un juego con su historia y con sus conflictos. Lo que se pueda conocer de la historia del niño, en las entrevistas con los padres, es fundamental, para intentar entender la posible relación de lo que juega, con su historia personal.

La complejidad del juego nos impulsa a acercarnos, a intentar una y otra vez, a mirar, a escuchar, a errar, en definitiva, a meternos con permiso, cuidado, respeto y sensibilidad en el mundo infantil de los niños que atendemos y con los que poco a poco, acompañando a los padres, podamos ofrecer elementos que lo conviertan en un mundo que a veces es difícil, a veces oscuro, a veces triste, pero en el que siempre podremos pedir ayuda y disfrutar de lo agradable, lo apetecible y de la alegría que también nos atraviesa como humanos.

 

Referencias bibliográficas:

  • Número 2. Noviembre de 2018 – Psyquia
  • Freud, S. (1920): Más allá del principio del placer. Amorrortu Editores. Obras Completas, Tomo XVIII. Buenos Aires, 2006.
  • Winnicott, D.W. (1971): Realidad y juego. Editorial Gedisa. Barcelona, 2013.