MIRANDO AL HORIZONTE, BIENVENIDAS VACACIONES
Julio, agosto, septiembre…
Llegaron los meses de la desconexión, del descanso, de la playa y la montaña, del reencuentro con la familia, de la lectura o el juego, de perderse en parajes desconocidos para descubrir cosas nuevas, para acercarse a lo ignoto e intentar conocerlo, pero también para volver a lo sabido y disfrutar de nuevo como en aquella primera visita. De intentarlo, porque sabemos que no volverá a ser igual. Eso es lo que tiene el deseo, que nos moviliza una y otra vez hacia aquello que vivenciamos la vez primera, aquello que recordamos tan maravilloso. Y volvemos, retornamos. Volvemos en busca de esas primeras sensaciones que una y otra vez serán diferentes. Porque como el niño que da sus primeros pasos, sólo los da en una ocasión. O aquella primera palabra, que surge en un instante y ya nunca habrá otra primera como aquella.
Y este año, con más razón, no volvemos los mismos. Ni partimos del mismo sitio ni volvemos a los mismos espacios. Volvemos cambiados, pues cada experiencia nos va colocando en lugares diferentes, las personas vamos cambiando.
Aprovechemos este parón para mirarnos al espejo, y frente a la pregunta que os lanzamos semanas anteriores ¿quién soy yo para ti?, contestemos, en la medida de lo posible, con un ¿quién soy para mí mismo?, ¿quién quiero ser? y ¿hacia dónde quiero ir?
Difícil responderlas, quizás acompañados resulte más fácil. Frente al vacío, la insatisfacción, la soledad, la angustia, la insuficiencia o el desinterés, intentemos enfocarnos al deseo, al disfrute, a reconocer los vacíos que nos acompañan y rellenémoslos de palabras que hilen y construyan, que los anuden. Algo podemos hacer con nuestros agujeros. Como dijo hace poco nuestra querida Mariela Michelena en una entrevista que le hizo Octavio Reyes: “yo con mis agujeros, escribo libros”. No sé si todos podemos hacer eso tan complicado que hace ella con tanta facilidad y que tan sencillo parece, pero seguro que algo podremos hacer. Alumbrarlos para no silenciarlos ni actuarlos quizás sea un buen comienzo.
Registremos todas las imágenes que podamos. Y narremos en torno a ellas. Ya dijimos que las imágenes no solo nos acompañan desde el inicio de la vida, sino que también nos estructuran de alguna manera. Se van convirtiendo en parte de nuestra memoria, de nuestros recuerdos… Acudamos durante estos meses a las que ya forman parte de nosotros, al relato que las conducen, pero permitámonos recopilar muchas más. ¡Qué bueno es seguir construyendo un album de fotos que nos acompañe!, que de sentido a nuestro ser, que explique nuestra existencia, que responda preguntas, que abra otras…
Porque en algún momento habrá que salir del mundo pandémico. Ese que llegó sin avisar y que si avisó, muchos contestarían: “¡uy! perdón pero no me enteré”, y sin disculparse entró hasta la cocina. Ese real traumático irrumpió en nuestra vida, hizo una brecha, una ruptura que vino a transformar el mundo que conocíamos.
Os animamos a que este verano, quien pueda, frente al sol, se note esa cicatriz, esa marca que nos dejó la covid del mismo modo en que notamos esa pequeña señal en nuestro cuerpo marcado tras una herida. Ese costurón que cuando le da el sol pica pero que no duele, brilla pero está cerrado. Una pequeña cicatriz que nos recuerda que algo pasó pero que pudimos seguir construyendo, pudimos seguir viviendo para notarla. Esperemos que todo lo traumático se convierta en recuerdos y en imágenes que puedan ser narradas.
Ya sabemos que si continúan el camino del trauma, nos encontraremos con trastornos duraderos en el funcionamiento energético de nuestro psiquismo. Ofrezcamos el juego a los niños, trasladémoslo a la adolescencia y a la vida adulta para intentar ayudar a imaginarizar y simbolizar los procesos subjetivos por los que estamos transitando para que lo Real no devenga siempre traumático y nos encontremos como los niños con Síndrome de Resignación o como Blancanieves, que caen en un profundo sueño, en un letargo del que no pueden despertarse.
Disfruten, queridos lectores, de nuestro blog. ¡Que no se os quede ninguna reseña pendiente! Total, nos guste o no, vamos a seguir perdiendo cosas. Como ya venimos diciendo, siempre las hay, aunque algunas sean más tolerables que otras. O, al menos, no perdamos la posibilidad de amar y ser amados, de sentirnos protegidos y refugiados, de escuchar nuestra propia voz, no cerremos los ojos, pero si los cerramos, que sea un ratito, para poder abrirlos y ver qué tenemos delante. Escuchemos los silencios para no silenciarlos de más. Pues sea playa, montaña, verde o marrón, alegría o tristeza, mejor saber que está ahí para, como poco, ver qué hacemos con ello.
En septiembre volvemos, después de mirar al horizonte e imaginar qué puede haber detrás, porque después de lo que vemos, las posibilidades continúan. De esto va la vida.