¡¿UNA IMAGEN VALE MÁS QUE MIL PALABRAS?!

Para nadie es un misterio, y sino, desvelémoslo al reconocer donde estamos leyendo este blog, que las imágenes y su impacto, de alguna manera, colonizan con diferencia, la vida cotidiana de las personas.

Si vamos en el metro o en el tren y contamos las personas que están leyendo un libro y, por otra parte, contamos las personas que están viendo imágenes (fotos, vídeos, etc.) a través del móvil, tablet… podremos intuir que hay una gran diferencia entre ambos grupos.

Las imágenes no sólo nos acompañan desde el inicio de la vida, sino que, también, nos estructuran de alguna manera. Las imágenes se van convirtiendo en parte de nuestra memoria, de nuestros recuerdos, convocan sensaciones, emociones, etc. Somos como cámaras fotográficas, selectivas e inexactas, que vamos capturando y construyendo el mundo que percibimos. Si pensamos en algunas  décadas atrás y las comparamos con la actualidad, podríamos pensar que la mayoría de las imágenes estaban, por así decirlo, dentro de nosotros y, a través de las palabras, las narrábamos, describíamos, contábamos recuerdos, vivencias, situaciones, etc.

Actualmente, sigue siendo así. Sin embargo, es fácil percibir la diferencia de cómo estamos impregnados de imágenes todo el rato, en todos los sitios y muchas veces intentando reemplazar las palabras. La expresión de las emociones, el preguntar, el responder… todo esto, a día de hoy, puede ser expresado con una imagen enviada por chat, por whatsapp… confirmándose ese famoso refrán: “…una imagen vale más que mil palabras…”

Grandes obras de la literatura suelen tener más éxito, a nivel de mercado, en formato película que con el libro, a propósito de lo cual, muchos opinan que es que leer supone un esfuerzo mayor que ver las imágenes en movimiento de una película o una serie.

Leer un libro hace que, necesariamente, seamos nosotros quienes construyamos esa película propia y singular que será, seguramente, muy distinta a la película propia y singular de otra persona que esté leyendo ese mismo libro. ¿Os imagináis si pudiésemos ver, como quien ve una película en el cine, cada una de las películas individuales que han construido las personas que han leído un mismo libro?, sería, sin duda, una delicia.

La riqueza simbólica que supone la construcción de la “propia película” mientras se lee es bien distinta a la percepción de la imagen. Una no es mejor que la otra, ni otra es mejor que la una, pero son, evidentemente, riquezas distintas.

Podríamos decir que, por un lado, leyendo estamos convocados “activamente” a construir esa historia narrada en el papel, utilizando nuestro propio imaginario para entender lo leído. Por otro lado, viendo una película o una serie, “pasivamente” percibimos imágenes claras llenas de detalles, la mayoría de las veces, de colores, en donde no hay que imaginarse tanto como cuando se lee. A esto, evidentemente, tendríamos que darle muchas vueltas para llegar a un consenso. Sin embargo, no es difícil coincidir en que el “esfuerzo” que supone la lectura es mayor que el que supone entender una serie de imágenes en movimiento, bien sea película, serie, etc.

Pensemos en estas dos viñetas clínicas:

  • Héctor, de 26 años, en la sesión con la psicóloga, le decía lo impactado que estaba con un sitio que había conocido las últimas vacaciones y le dijo a la psicóloga que se lo quería enseñar en un vídeo. La psicóloga le dijo que no hacía falta, que con que se lo contase estaba bien. Él insistió en enseñar el vídeo y ella accedió. Al ver el vídeo ella sonreía y él se sentía tremendamente emocionado. Al finalizar el vídeo del lugar que había visitado Héctor en las últimas vacaciones, la psicóloga le dijo: ¡wow! ¡cuantas cosas!, ¿qué es lo que le ha gustado a usted?, y él respondió: “¡pero si ya te lo he enseñado, es espectacular, ¿no lo ves?”
  • Luisa, madre de un niño de 9 años, muy angustiada por conductas de su niño, a las que describe como rituales obsesivos, pide ayuda psicológica para su hijo. Se reúnen la psicóloga que va a realizar una valoración del niño y la madre de éste. La psicóloga le pregunta que qué es lo que le preocupa y la madre le dice que no hace falta que se lo cuente, que ya lo verá y saca el móvil para enseñarle unos vídeos en los que el niño hace. Al verlos, la psicóloga no percibe que las conductas que ve sean rituales y tampoco percibe gravedad en las mismas. A continuación, la psicóloga pregunta a la madre que qué es lo que le preocupa de las conductas del vídeo, y la madre, un tanto indignada dice: ¿en serio?, ¿no lo ves?, ¡está fatal!, no entiendo por qué hace esas cosas, ¿en serio no lo ves?, ¿necesitas hacer una valoración para esto?

En ambas viñetas clínicas hay una dificultad muy grande para poder explicar, con palabras, los sentimientos, impresiones, recuerdos, afectos, sensaciones… que despiertan, en particular, en esa persona tal vídeo o tal imagen.

Podríamos pensar que el natural esfuerzo afectivo que supone nombrar lo que sentimos y todo lo que psíquicamente eso conlleva, es un obstáculo en sí mismo.

Es como si dijéramos: “es mucho el esfuerzo que hay que hacer para pensar y nombrar lo que siento, prefiero sentir que quedo representado a través de una imagen y así, no me expongo a expresarme con palabras”.

En ambas viñetas, Héctor y Luisa, dan por hecho que el enseñar una imagen o una serie de imágenes (vídeo) nos ahorra las diferencias, es decir, nos hace iguales, somos uno, porque con una imagen nos entendemos. Ambos dan por hecho que, de alguna manera, lo que a ellos les produce tales vídeos es lo mismo que lo que producen a la psicóloga.

El ritmo avasallante que va teniendo el poder de la imagen es tremendo y aquí surgen algunas preguntas:

¿hasta dónde se puede reducir el impacto de la palabra?, ¿qué supone que la imagen domine, en buena medida, la interacción entre las personas?, ¿por qué estamos tan, intensamente, convocados a ver y ser vistos?, la intensa prevalencia de la imagen ¿cronifica la ficción de la perfección, haciéndonos aún más frágiles?, ¿hay algo de lo imposible de nombrar, condensado en una imagen o hay una imagen que no deja espacio para nombrar?

Desde PSYQUIA nos importa pensar juntos y entender los inevitables cambios socioculturales y su incidencia en la subjetividad humana.