La sabiduria de la lentitud
Hoy más que nunca, el individuo vive sumido en una particular carrera, invadiendo la prisa todas nuestras acciones. El “movimiento Slow” pretende presentar la posibilidad de llevar una vida más plena y desacelerada, haciendo que cada individuo pueda controlar y adueñarse de su propia vida.
En 1986, Carlo Petrini fundó una asociación gastronómica en Italia. Tres años más tarde, en París, fundó un movimiento internacional de resistencia contra la comida rápida, iniciándose así el Slow Food, que promovía elcomer con atención, en especial valorando la calidady, con ello, teniendo en cuenta la procedencia de las materias primas, el modo de cocinarlas,los productos naturales, las recetas locales, y el deleite en el sentido del gusto, sin prisas.
La comunidad Slow empieza ahora a ganar peso específico alrededor del mundo, abarcando otros ámbitos como Slow Cities (ciudades lentas), Slow Living (vivir lento), Slow Travel (turismo lento), Slow Fashion (moda lenta) entre otras vertientes como el sexo, la salud, el trabajo, la educación o el ocio.
Este movimiento pretende que los individuos sean conscientes y desarrollen recursos para que su vida no sea una mera sucesión de escenarios encadenados, desprovistos de emociones, proponiendo alejarse de una vida estandarizada regida por el reloj y sometida por una velocidad que erradica nuestra capacidad para disfrutar del momento.
“Dolce far niente” en italiano quiere decir “es dulce hacer nada” y es parte de la filosofía del movimiento Slow. Actualmente, el estar siempre haciendo algo se traduce en alguna ganancia, se considera una virtud. La compulsión adquisitiva de tener y ser “más”, cada vez lleva a muchas personas a vivir a toda velocidad, siempre intentando demostrar su valor. A los niños tampoco se les da tiempo para reflexionar, ni para desarrollar su creatividad. En el colegio, la tendencia es impedirles experimentar en base a acumular datos, sin la posibilidad de desarrollar el pensamiento. Tienen que hacer esto y lo otro… pero sin posibilidad de explorar lo que puede gustarles o no. Este sistema genera constante ansiedad y lleva a las prisas, a no pensar, a no sentir… en definitiva, a no vivir, pues cuando uno va a una velocidad de 200 por hora, no puede apreciar absolutamente nada del paisaje, no puede detenerse en hacerse preguntas sobre el mundo, su vida, lo que quiere. La filosofía de hacer menos y vivir más aboga por el balance entre hacer y ser.
Desde este punto de vista, podemos pensar que sería importante poder dar prioridad a las actividades que promueven el desarrollo de las personas, teniendo en cuenta que las cosas más importantes de la vida no deberían acelerarse. Hoy en día se utiliza la tecnología para acelerar el trabajo, y tener más tiempo para otras actividades, pero ¿cómo encontrar un equilibrio?¿cómo tomarse el tiempo necesario para disfrutar de actividades como dar un paseo o compartir una comida, con el estilo de vida que llevamos en occidente, en un mundo en el que la enseñanza es hacer dinero como meta y no como medio de vida?. Así, este movimiento reacciona contra el funcionamiento en el que el tiempo se convierte en dinero, perdiendo lo esencial de la propia vida, de manera que desde Slow se exaltan los valores de disfrutar y saborear la vida.
Sin embargo, a veces la lentitud viene asociada con valores negativos: torpeza, desinterés, tedio…, así nos preguntamos ¿es lo mismo la lentitud que la pasividad? Pensamos que la lentitud se correspondería con una actitud pausada, bien razonada y segura, que posibilita ser selectivos y plenamente conscientes de lo que estamos haciendo en cada momento. Por consiguiente, con este movimiento se promueve la actividad, pero con pensamiento, en detrimento del hacer, hacer, hacer, sin pensar. En definitiva, la lentitud es estar en el “aquí y ahora”, vivir el presente y no estar en el mañana continuamente. Hay un cuento sufí que puede ilustrar cesto:
Un cazador que cae en una zanja, con habilidad consiguió agarrarse a una liana. Desde ahí miró hacia abajo y vio un tigre de bengala a 30 metros de profundidad con la boca abierta, miró hacia arriba y vio un ratón royendo la liana, de pronto miró de frente, y encontró un gran fresón silvestre, lo cogió y empezó a comerlo, disfrutando de la textura, el color, el olor ysaboreándolo lentamente, olvidándose del tigre y el ratón. Así, el cazador perdió la angustia ante el tiempo (ratón) y la muerte (tigre), y decidió centrarse pudiendo disfrutar del aquí y ahora, viviendo el presente.
¿Qué factores de riesgo tendría el vivir apresuradamente? Podemos pensar que las prisas nos producen un estrés crónico que nos lleva a un agotamiento psicofísico. Esto debilita tanto nuestras defensas físicas (sistema inmune) como mentales y nos pondría en riesgo para sufrir enfermedades cardíacas y otras múltiples enfermedades físicas o mentales, o empeorar las preexistentes. Asimismo, el vivir sin tiempo nos puede influir negativamente en nuestras relaciones, sintiendo una soledad que nos afecta en el día a día, pues hoy es difícil tomarse el tiempo necesario para las personas que queremos y con las que disfrutamos.
Incluso, teniendo en cuenta el papel estructurante que tiene desde el principio la mirada para el recién nacido, podemos preguntarnos ¿qué desarrollo puede tener un bebe, con una madre acelerada? El infante cuando mira el rostro de su madre, se ve a sí mismo. La mirada tiene una función que se encuentra en lo más íntimo de la institución del sujeto, pues la mirada que está fuera determina al bebe intrínsecamente. La madre pausada y reflexiva, se toma su tiempo para mirar a su bebe y de esta manera puede decirle quien es, pues cuando el infante mira el rostro de la madre devota y amorosa, el bebe se puede mirar a sí mismo, la expresión de la madre refleja como él se siente. Sin embargo, la mamá ansiosa mira a su bebe, pero no le ve, cuando él la mire, no encontrará nada de vuelta, solo verá como ella se siente.
¿Cómo podríamos hacer nuestra la filosofíaSlow? Quizádedicándose a una sola cosa y poniendo toda la atención en ella: comer, caminar, hablar, leer y trabajar más lenta y relajadamente, con la ayuda de espirar y exhalar profundamente.Además, algo fundamental sería conseguir un pasatiempo tranquilo, como la lectura, escritura, hacer punto, la pintura o el jardín, o dejar un espacio para la contemplación y poder observar el cielo o la naturaleza.
Y es que, como dice Thoreau: “El precio de una cosa es la cantidad de vida que estamos dispuestos a dar por ella”.