GOCE Y MELANCOLÍA
El otro día, mientras cenaba con una amiga, esta me dijo: “vivimos en una sociedad anestesiada”. Yo le pregunté por esta cuestión y algo de lo que comentó me hizo acordarme de lo que había visto en una red social y que había llamado mi atención: “lo que siempre quisiste saber sobre la asexualidad” y continuaba con los siguientes interrogantes: “Quien dijo que la libido y la atracción son lo mismo? ¿Quién dijo que no puedes estar enamorado o querer una relación estable sin sentirte atraído sexualmente por esa persona”? Lo importante era visibilizar esa condición y marcar la diferencia entre una personal asexual y una persona hiposexual, donde la última si sufre de una disminución de libido generalizada.
Esto generó en mi, varios interrogantes en relación con el deseo. Vivimos en una sociedad marcada por el capitalismo donde hay un empuje a gozar. Este empuje se muestra tras la mascarada de una pseudolibertad traducida en: “sé tu mismo!”, “Si quieres, puedes”, “Haz lo que quieras”, “No te reprimas”… Estas frases aparentemente inocentes e integradas dentro del discurso social, esconden un imperativo feroz. GOZA, GOZA, ¡GOZA! Desde el goce con los objetos hasta colocarse como objeto de goce de otros. ¿Dónde está el deseo?
El psicoanalista y escritor Ernesto Sinatra en su libro En el fundamento bipolar del consumo: ¡ADIXIONES! Nos plantea las distintas adicciones de nuestra época y donde en todas ellas se plantea la “Toxicidad misma del goce”. El consumidor ya sea de objetos o cualquier otra droga, “cuanto más consume, más consumido se ve”. El autor, nos aporta una perspectiva bipolar del consumo: desde lo maniaco que aparece frente al hacerse con el producto y la depresión al nunca encontrarse con lo esperado, con ese objeto perdido. Es ahí donde aparece el vacío.
La pulsión de muerte aparece como la tendencia al retorno de un estado anterior, donde se trata de eliminar cualquier tensión y donde el retorno absoluto sería la vuelta a lo inorgánico. Freud dice en Mas allá del principio de placer: “En algún momento, por una intervención de fuerzas que todavía nos resulta enteramente inimaginable, se suscitaron en la materia inanimada las propiedades de la vida. (…) La tensión así generada en el material hasta entonces inanimado pugnó después por nivelarse; así nació la primera pulsión, la de regresar a lo inanimado”.
Es empuje psíquico de libido no ligada, cuyo fin es retrotraer al psiquismo a un estado de no tensión y reposo total y con ello trascender la inestabilidad y aumento de excitaciones propias de la vida. Hay algo mortífero en el goce, ya que la pulsión de muerte está estrechamente ligada a la compulsión de Repetición, donde thanatos, representante de lo que no puede generar vínculo ni lazo, será el motor que da cuerda a dicho automatismo.
En el trabajo con los pacientes en PSYQUIA, nos encontramos muy a menudo con personas que les cuesta manejarse en el ámbito del deseo. En muchos casos, pacientes que han perdido la capacidad de desear y que se reprochan por ello: “No sé como no tengo ilusión por la vida si tengo todo lo que quiero”, “no sé que es lo que quiero, ni sé quien soy”, “por más que hago lo que quiero la vida no tiene sentido”… Parecen deprimidos, o lo están y una parte importante de nuestro trabajo consiste en diferenciar entre si esa depresión es un síntoma o pertenece a la estructura del paciente.
Una vida sin deseo donde impere el goce es una vida que antes o después caerá en el desastre. De esto habla el psiquiatra Antonio Ceverino y plantea como a pesar de la innovación en recursos y tratamientos en la salud mental, el índice de suicidios no disminuye. Se nos impone la importancia de valorar a nivel social que es lo que nos está ocurriendo como sujetos, si es que no nos hemos convertido ya en objetos mismos.
En “Duelo y melancolía”, Freud propone 3 premisas básicas para la estructura melancólica: la pérdida del objeto, la ambivalencia afectiva y la identificación al objeto perdido. Podemos pensar en muchos casos de pérdidas de vínculo donde se producen estas llamadas depresiones: pérdida de la persona amada, pérdida del trabajo, pérdida de una parte del cuerpo por un accidente… pero también las pérdidas que implican un cambio de posición subjetiva en la vida como lo son la pérdida por el cuerpo infantil, el pasaje a la paternidad y maternidad, el matrimonio, el paso al nido vacío…
Lacan presupone la melancolía como una diferencia estructural y la coloca dentro de la estructura psicótica y su certeza como síntoma constituyente. Así como en la depresión neurótica nos podemos encontrar con formaciones del inconsciente (sueños de angustia, fantasías de ruina, lapsus y olvidos…), en la melancolía, la forclusión producirá fenómenos elementales (fenómenos de mortificación o delirios de indignidad por ejemplo).
¿Cómo pensar estas cuestiones en la sociedad actual? ¿Cómo relacionar esa exhibición del goce e inhibición de la libido junto con la psicopatología depresiva que se presenta es esta época?, ¿Se nos presentan cada vez más estructuras melancólicas? ¿Qué podemos hacer como sociedad?, ¿Y como analistas? Estas son algunas de las preguntas que nos hacemos en PSYQUIA y pensamos que urge pensar en ellas.
Verónica Corsini Prado