LOS LAZOS ROTOS Y LA PANDEMIA

Felipe tiene 10 años. Cuando llega a la consulta cuenta que está muy nervioso, que no sabe qué le pasa. Le invito a que siga hablando.

Nos cuenta que en los tres meses de confinamiento estuvo bien, podía jugar con sus hermanos, compartir con sus padres. Al principio era raro no poder salir, pero se fue acostumbrando, lo difícil fue volver al cole, no podían hacer nada, distancia, gel, mascarillas.

«Me cambiaron de clase, a mi mejor amigo de toda la vida le tocó en otra, no podemos juntarnos en el patio, sólo podemos hablar y no están permitidos los balones ni casi nada.

En casa hemos tenido mucho cuidado porque mi abuelito y un tío muy mayor viven con nosotros. Ha sido muy difícil porque en el cole se han burlado de mi. Me dicen que estoy obsesionado con el coronavirus, muchos se quitan las mascarillas pero yo no me he podido relajar. Estoy muy nervioso de enfermarme, no quiero que mi abuelo o mis padres se enfermen. En el verano no pude jugar con mis amigos del pueblo. Ha sido muy duro, sólo hablo con mis padres. No puedo concentrarme, no tengo ganas de nada. Tengo miedo porque pienso mucho en la muerte».

Hemos construido esta viñeta como un ejemplo de los muchos casos de niños/as y adolescentes que nos piden consulta. La pandemia ha impactado en toda la humanidad y, los niños/as y adolescentes, no están exentos de este impacto. Han visto paralizada su vida social, sus relaciones habituales en el colegio, el divertirse. Jugar al fútbol o al pilla pilla se han convertido en actividades prohibidas y de riesgos.

Los abuelos, los amigos, los otros, el colegio, jugar, tocarse, los lazos sociales son elementos fundamentales para mantener el deseo. La fórmula lacaniana nos recuerda que «el deseo es el deseo del Otro». Vemos como la pandemia ha trastocado la fórmula. El otro está ausente, prohibido, distanciado. La transmisión de los lazos sociales, necesarios para desear, ha sido amenazada y reprimida por la llegada del coronavirus.

Jorge Alemán, psicoanalista y escritor, compartía en su Facebook la siguiente reflexión: “El verdadero secreto de la expansión mundial de la Depresión es el ataque al deseo que la pandemia ha producido, reduciendo a los sujetos al estrecho mundo de lo que las pulsiones consumen, en todos los sentidos del término consumir”.

La pandemia ataca al deseo, a su estructura, que requiere de circuitos sociales (sus lazos) al otro para poder mantenernos con la energía y fuerza para desear la vida. Al trastocar esta estructura nos encontramos con una situación global cargada de depresión, angustia, nerviosismo, terrores e ideaciones suicidas entre otras cosas, o, lo que ya se empieza a llamar como la pandemia de la salud mental.

Volver a encontrarnos, encontrar espacios que nos permitan (con las precauciones necesarias) ir retomando nuestros lazos es de fundamental importancia. La llegada de las vacunas es un soplo de aire, nos posibilita pensar que podemos volver a ver a nuestros amigos, familiares y recuperar esa cercanía, esos abrazos que han sido prohibidos y que sentimos lejanos.

Aún nos queda tiempo para seguir lidiando con el coronavirus, pero es importante estar atentos con los más pequeñas/os, muchas veces los grandes olvidados en esta pandemia. Apoyarles, ayudarles a retomar la ilusión de continuar, hacerles saber que no están solas/os, que se les puede ayudar, posibilitará un lugar donde el lazo no se deje caer y su malestar pueda ser escuchado.