LAS RESIDENCIAS EN TIEMPO DE COVID… ¿EMERGENTE SOCIAL?

Ser dependiente en tiempos de pandemia

Si ya el imaginario social que rondaba a los centros sociosanitarios en tiempos de pre-pandemia promovía en los familiares de las personas dependientes cierta inseguridad, temor, tristeza…, la covid 19 ha venido a estallar por los aires la alarma social, dejando imágenes de espanto, sufrimiento y horror. Tendríamos que pensar en si es justo que recaigan sobre esos centros y sus profesionales o si más bien han venido a ser las caras visibles de un problema de mayor profundidad y calado que da cuenta del trato que se da a nivel social a la dependencia y de los recursos que se destinan a ese fin.

¿Qué hemos hecho como sociedad con los más dependientes durante la pandemia?

La dependencia molesta en esta sociedad de consumo, las personas dependientes no producen y pareciera que deben ser apartados. Los recursos que se destinan a ellos son más bien escasos, recayendo sobre las propias familias y sobre los centros el peso del cuidado, de la protección.

Los escenarios que se han vivido en las residencias han sido variopintos, pero en la mayoría hemos encontrado profesionales “jugándose el tipo” por amor y responsabilidad, por amor a sus residentes, por amor a su profesión. Centros agotando su presupuesto en material de protección de forma privada porque no llega de otro modo, lidiando con la covid, con poder ofrecer atención a los familiares, con cuidar de esos que no tienen voz.

Tal vez es el momento de pensar y poner la vista más arriba. Queremos invitar a pensar en los vínculos que establecemos actualmente, en como la obsolescencia programada parece haber llegado a las personas.

Cuando hablamos de emergente social, podemos pensarlo como la punta de un iceberg que asoma con un fondo oculto y más grande y que condensa y expone algo de la problemática social.

Ahora mismo la confianza en las residencias está dañada, los familiares de personas dependientes cuestionan el cuidado y la gestión, hay miedo de ir a dejar a nuestro ser querido en una ratonera de la que tal vez no pueda escapar.

¿Es justo que estos centros asuman esa mirada? ¿Es justo para esos profesionales que en los tiempos donde asumir una baja sería más que fácil han continuado al pie del cañón? ¿Qué de la gestión social frente al dependiente está siendo depositada y concentrada en estos centros? ¿Qué responsabilidad nos compromete con la ética del cuidado?

Nos encantaría escuchar vuestras reflexiones.