EL CUERPO ES SABIO

“El dolor de amar es una lesión del vínculo íntimo con el otro, una separación brutal de lo que naturalmente está destinado a vivir unido”

J.D. Nasio*

Punzante, que irradia, intenso, irritante, muscular, persistente, de calambres, focalizado, difuso, que angustia, del alma, que duele…

Infinitas formas de nombrar el dolor. Y es que, el dolor es una de las experiencias más subjetivas que existen.

“Ruth estaba visiblemente confusa. Unas horas antes, sumida en su dolor, navegando muy lejos del mundo de los vivos, había perdido toda conciencia del prójimo: ya no existía nadie aparte de Tom muerto, y había decidido morir por su causa” (Carrére, E., 2011, 49).

“Alice no se levantó de la cama cuando fui a verla. (…) Yacía sobre la colcha azul pálido, (…) mirando al techo con los brazos cruzados sobre el pecho, como un cadáver dispuesto para ser introducido en el ataúd. (…) El rostro de la niña parecía una máscara. Mientras le hablaba, no movía ni un solo músculo. (…) negaba una y otra vez con la cabeza. Entonces mencioné el asunto de la broma y en su cara se dibujó una mueca de dolor” (Hustvedt, S., 2020, 127).

“(…) Jérôme, la fuerza tranquila, se había convertido al amanecer en una especie de punk burlón, con los ojos inyectados de sangre, que provocaba a los demás pasajeros y, si alguno le plantaba cara, le escupía a la jeta: mi hija ha muerto, imbécil, ¿te basta con eso?” (Carrére, E., 2011, 58).

“(…) ahora ya sé que el dolor es la parte inevitable de esto, aquello que le da coherencia; el dolor es lo único que uno es capaz de mantener, de quedarse; que lo que tiene valor es lo que has perdido, puesto que es por ello que nunca tuviste la posibilidad de agotarte, y de perderlo por desgaste. Me has ahorrado el desgaste y el agotamiento, a cambio me queda este dolor tan real y tan físico, como prueba irrefutable de todo lo que me diste (…)” (Bergareche, J., 2021, 123).

“Alejada del mundo de los vivos”, “yaciendo en la cama negando con la cabeza”, “provocando a quien la mira”, “lleno de dolor real, dolor físico”; distintas formas de expresión frente a la pérdida, frente a algo irrecuperable.

Respuestas de repliegues o agresividad frente a lo incompresible, frente a lo intolerable. Han perdido algo, están en duelo.

Perder una pareja, una hija, perderse humillada en la infancia, ser o no elegido y renunciar, y, ante ellas, reacciones que curiosamente suelen ser más tolerables cuanto más incomprensible es la pérdida ante la que surgen, cuanto mayor es el traumatismo ocasionado, sea físico o psíquico.

El dolor aparece tan insistentemente en la base de la literatura porque necesita ser expresado. Eso incomprensible, una vez se puede, necesita ser puesto en palabras. Necesita ser compartido para encontrar alivio. 

Hay dolores que se calman con analgésicos, dolores provocados por un daño real en el cuerpo. Una herida, un corte o una lesión son tratados con fármacos para que sigamos con la vida. Nos permiten continuar mientras sanan. Más tarde, habrá que estar atentos por si tuvo otros efectos en función de la gravedad y la pérdida que supuso, pues no es lo mismo un corte con el cuchillo de pelar la fruta, que una lesión por un accidente de coche. “El psicoanálisis nos enseña que un dolor intenso siempre nace de una intensa, aunque sea, momentánea, conmoción del yo y que, una vez anclado en el inconsciente, reaparece, transfigurado en acontecimientos penosos e inexplicados de la vida cotidiana”(Nasio, J.D., 2007,14).

Pero el dolor psíquico es de otro orden en ese sentido. Los calmantes lo apaciguarán o taponarán, pero la herida no cicatrizará sin más. Esa herida es menos visible, menos concreta, a veces velada e invisible a los ojos.

El dolor aparecerá a modo de conducto, pudiendo ser la vía de expresión de lo más íntimo, de aquellas pérdidas imposibilitadas en su expresión desde la palabra.

Allá donde la palabra no llega irrumpe nuestro cuerpo y a modo de alarma nos avisa sabiamente que algo pasa.

Los psicoanalistas siempre hemos recibido a pacientes que vienen acompañados de su dolor. Un dolor a veces más focalizado que otras. Un dolor que duele en el cuerpo, un dolor que angustia, también en el cuerpo.

Estoy agotado, me duele todo el cuerpo”, “vengo con unos dolores…ya no sé si es la almohada, la carga del trabajo. Mi madre se volvió ayer a Perú y mientras estuvo no noté nada”; son expresiones que, a modo de coletilla, nos dicen sin tener conciencia de lo que encierran, buscando consuelo pero también un sentido.

El dolor no para de meterse en nuestras consultas en esta época en la que venimos perdiendo tantas cosas.

Pero a veces no hay consuelo… y que el cuerpo duela, provoca un repliegue sobre uno mismo, que obliga a parar, a no moverse, a yacer en la cama mirando el techo o a alejarse de lo social de la vida. Con un dolor de este orden, sin consuelo, a veces sólo se trata de no decir nada. Bien lo dice Nasio en El dolor de amar:

“La palabra me parecía pues inútil y sólo me quedaba la posibilidad de hacerme eco de su llanto lacerante. Sabía que el dolor se irradia a aquel que lo escucha. Sabía que, en un primer momento, mi función debía ser la de aquel que, por su sola presencia –aunque silenciosa- podía disipar el sufrimiento recibiendo sus irradiaciones. Y que esta impregnación, más allá de toda comunicación verbal, podría precisamente inspirante las palabras más convenientes para expresar el dolor y, por fin, aliviarlo” (1998,15).

Ese es el consuelo, que se abra un espacio donde vaciar, donde nombrar, donde ligar para aliviar.

Escuchemos al cuerpo, respetemos su silencio, su retirada y su acercamiento. Físico o psíquico, escuchémoslo desde cada subjetividad porque hay que atenderlo para poder entenderlo.

Entender qué le pasa a mi cuerpo y qué es lo que mi cuerpo dice, porque con dudas o sin ellas… “el cuerpo es sabio”.

Natalia Torres Najarro

 

Referencias bibliográficas

  • * En pág 32 de Nasio, J.D.: El dolor de amar. Barcelona. Gedisa Ediciones, 2007.
  • Bergareche, J.: Los días perfectos. Barcelona. Libros del Asteroide, 2021.
  • Hustvedt, S.: El verano sin hombres. Barcelona. Seix Barral, 2020.
  • Carrére, E.: De vidas ajenas. Barcelona. Anagrama, 2011.
  • Nasio, J.D.: El dolor físico. Barcelona. Gedisa Ediciones, 2007.
  • Nasio, J.D.: El dolor de amar. Barcelona. Gedisa Ediciones, 2007.