Un amor particular…

“Las madres no aman a su hijo a pesar de que no sea perfecto; lo aman precisamente porque no es perfecto, porque es ese hijo particular.“

Massimo Recalcati “Las manos de la madre”

El tiempo del embarazo es un tiempo de espera, durante el cual suceden muchas cosas tanto en el cuerpo como a nivel emocional. Una sobre las que nos apetece hoy pararnos a pensar es el hecho de que la madre espera fantaseando quién y cómo será ese inquilino que habita su cuerpo. Le pinta los ojos de color, le dibuja la boca, se ilusiona con parecidos familiares, teme que herede padecimientos propios, etc. Podríamos decir que va modelando al gusto ese bebé (ideal) que está por venir.

Cuando el bebé (real) llega al mundo, se produce cierta desilusión, y la intensidad de ésta, vendrá marcada por las características reales de este bebé y por la capacidad de la madre para ajustar sus expectativas en el encuentro. Pensamos desde aquí en lo que Reacalcati nombra en varios de sus escritos como las “torceduras”* propias de cada sujeto.

Hay que amar lo torcido, hay que amar la vida que está torcida porque donde está torcida hay bien. La torcedura, o síntoma, es la que muestra la singularidad de la vida, es decir, el punto de desviación donde la vida deja de ser como la de los otros haciéndose vida única, una vida con personalidad”.

Nos apoyamos para nuestra reflexión en este momento de la gestación y nacimiento de un bebé, ya que es en esa relación donde es más evidente percibir este “amor particular”, pero este proceso podría trasladarse a otros momentos vitales significativos (un nuevo amor, un proyecto profesional, una amistad) donde también cada vez que uno ama tiene que vérselas con las torceduras propias y ajenas.

De ilusiones se vive” dice el dicho popular y nosotras agregamos “de ilusiones se puede morir también”; ya que si este pasaje del amor ideal al amor por “la torcedura” no se da, no hay nacimiento psíquico posible. Quedará un agujero, un imposible, que condenará al fracaso esa relación.

Lo que hace que se pueda amar la “torcedura” es el hecho de que no es un amor universal, sino que “se ama siempre una vida en particular, al sujeto en su singularidad, que el amor es siempre y exclusivamente amor por el nombre propio, por el nombre de quien amo, por su existencia única, irrepetible e irremplazable».

En este sentido nos paramos a pensar en cuantas relaciones no se ven abocadas al fracaso por no poder hacer esta transición entre “lo ideal a lo posible”.

Actualmente muchas personas acuden a consulta buscando “una mejor versión de sí mismos” y nosotras pensamos ¿Qué es una mejor versión? La exigencia actual que los ideales nos imponen, en ocasiones bloquea y reduce la capacidad de deseo del sujeto por convocarle a una posición de objeto de consumo, donde siempre se puede dar más, donde hay que llegar a todo y producir. Algunos ejemplos son las nuevas palabras que aparecen en nuestros adolescentes acerca de sus relaciones con los otros y sus cosas: “me renta/no me renta” dicen, como si de bitcoins se tratara.

Desde Psyquia nos sentimos identificadas a estas palabras ya que cuando recibimos a una persona que sufre, tratamos de hallar, allí en su historia, en su nombre propio, las causas de su sufrimiento y lo que está impidiendo a la persona encontrarse y amar sus torceduras, para desde allí, tomar las riendas de su vida, de su deseo.

Bibliografía:

La fuerza del deseo” Massimo Recalcati, 2018, Ed. Spirito.

Las manos de la madre” Massimo Recalcati, 2018, Ed. Anagrama.

*1 Recalcati hace alusión a un recuerdo suyo infantil acerca de un profesor que amenaza con enderezarlos para que sigan el camino académico esperado.

Ana García Murillo