¿ERES CAPAZ DE FRUSTRARTE?

“La nuestra es la época del berrinche generalizado ante cualquier cosa. Socialmente nos volvimos niños capricholos y vengativos”. Luciano Lutereau (1)

 

La tolerancia a la frustración es un tema del que se habla coloquialmente, especialmente a la hora de tratar con niños y adolescentes pero del que los adultos no estamos libres de pecado. ¿Qué les estamos pidiendo a nuestros menores? ¿Estamos, los adultos y la sociedad, a la altura en cuanto a tolerar la frustración?

Hoy, nos gustaría dedicar unas líneas a reflexionar acerca de lo que significa tolerar la frustración, así como el recorrido que lleva incorporar este proceso, sus posibles salidas o respuestas y sus implicaciones en el desarrollo psicoafectivo del sujeto.

Si buscamos el significado de la palabra frustrar en el diccionario encontramos las siguientes acepciones:

  1. Impedir que un proyecto, una idea, etc., que una persona ha empezado o tiene intenciones de empezar ocurra como se desea o alcance el grado de desarrollo o perfección esperado.
  1. Quitar a una persona la posibilidad o la esperanza de satisfacer una necesidad o un deseo (2).

Es la frustración por lo tanto una privación que implica renuncia y esta renuncia ha de ser tolerada por el sujeto ya que de lo contrario, podrá producir diferentes efectos o actuaciones.

Si nos paramos a observar el proceso en niños veremos como por ejemplo si le decimos a un niño que no podemos comprar un juguete en el supermercado, porque ya tiene uno igual o no es el momento de comprar, el niño tiene la opción de comprender y renunciar a su propósito, de sujetar sus ansias de gratificación, o podrá desatarse dando rienda suelta a la agresividad que el hecho de no tener ese juguete le produce, y actuar tirándose al suelo, patalear, gritar, etc…

En niños, este proceso y respuesta, vendrá influido por el acompañamiento que haga el adulto. Éste podrá poner palabras a lo que ocurre, podrá contener, explicar, sostener el límite desde el cuidado o también podrá enfadarse, desesperarse, ofrecer objetos que tapen y lo distraigan de la pérdida, castigar, etc…

Nos dice Luciano Lutereau “La respuesta más habitual a la frustración es el acting out, es decir, salir a hacer algo rápidamente, en busca de una satisfacción que compense la pérdida”.

Las características de la sociedad actual respecto a este tema, dificultan enormemente la capacidad de los sujetos para tolerar la frustración, produciendo grandes dosis de actuaciones y agresividad. Vivimos una época donde la inmediatez y el exceso de objetos taponan la capacidad de los sujetos para desear más allá de una posición de consumo.

¿Hacen los adultos rabietas?

La respuesta es sí, uno de los motivos más frecuentes de consulta actual en todas las edades son las diferentes adicciones: al móvil, al trabajo, a tener pareja, a la comida, a las drogas, a videojuegos, etc… Los diferentes objetos vienen a obturar la posibilidad del encuentro con el vacío, con la pérdida y a calmar la angustia, rabia y desasosiego que la frustración produce.

Veamos varias escenas cotidianas que nos rodean:

Mario tiene 5 años, come en un restaurante con sus padres, el camarero les toma la comanda y tienen que esperar a que la comida sea servida. Mario empieza a moverse en la silla, pregunta cuánto tarda, se muestra inquieto. Para acompañar este proceso los padres de Mario le ofrecen el móvil “¿quieres los dibujos?”

Mas allá de poder tomar en cuenta y no estigmatizar las diferentes situaciones particulares de cada familia y los casos en que el móvil puede ser una vía útil, nos gustaría ejemplificar la angustia actual en la que entran los sujetos de nuestra época cuando hay que esperar, encontrarnos con el otro y como la palabra y el juego han sido sustituidas por los objetos.

Los padres de Mario piensan que le cuesta mucho esperar, que tiene poca tolerancia a la frustración, no saben cómo hacer con el exceso de movimiento, reclamo y ansiedad que el momento les genera. Es frustrante para ellos también, que esperan poder disfrutar de una comida tranquila en un restaurante. En este punto ofrecen el objeto que tapona todos esos movimientos emocionales que están sintiendo ambas partes pero que bloquea o imposibilita la capacidad para desarrollar tolerancia. Tolerancia a la espera de la comida, tolerancia a la presencia del otro, tolerancia a las miradas de los demás, tolerancia a que papá y mamá no pueden hablar a solas, tolerancia…

Es curioso que la palabra que acompaña a la frustración sea la de tolerancia, ya que implica que no es algo que se pueda aceptar de buen grado y que requiere de cierto entrenamiento. Tolerar es la capacidad para resistir y aceptar algo que implica cierto desagrado, dolor o impacto en el cuerpo.

Otro ejemplo cotidiano con el que nos encontramos en la clínica es el de Jaime. Jaime acude a consulta porque no es capaz de sostener una pareja, a él le gustaría formar una familia, pero algo ocurre que pasados unos meses “el amor se pierde”. Y es que una vez que atravesamos el momento del enamoramiento, donde disfrutamos de la intensidad de encontrarnos con el ideal proyectado en el otro, aparece poco a poco la frustración que la aparición paulatina de la otredad nos produce: “No es tan ordenado como parecía, no es tan atento como parecía, no es tan divertida como al principio, y así un largo etc. de todas las limitaciones que ese otro tiene y nos impone.” Es este uno de los elementos que imposibilitan que Jaime pueda hacer una pareja estable, ya que en el momento en el que la frustración aparece, la acompañan las discusiones, las diferencias y las peleas, se le hace necesario cambiar de objeto, y pasar a otra pareja nueva que le permita volver a ensoñarse como ideal, completo y sin limitaciones.

La sociedad actual es una sociedad en permanente movimiento, con grandes dificultades para sostener y con un eslogan de fondo que incita al “aprende a soltar, no tienes por qué privarte, consume”. Y así, vamos consumiendo, trabajos, proyectos, amigos, parejas, planes de ocio, y un sinfín de objetos/productos que nos prometen “no frustrar nuestras expectativas”.

¿Cómo tolerar la frustración sin caer en la rabia vengativa del “pues si no es todo no quiero nada”?

Desde Psyquia, nos parece importante que las personas aprendan a frustrarse, porque solo desde esa posición podrán ser capaces de tener un encuentro veraz consigo mismos, pudiendo liberarse de las ataduras que les suponen los múltiples “chupetes” que toman a su alcance para calmar la ansiedad que las frustraciones cotidianas les generan, pero que habitualmente los desvían de su deseo.

Sabemos que el mero hecho de acudir a terapia es frustrante en sí mismo. El terapeuta no tiene una “varita mágica” con la que poder ofrecer remedios inmediatos que nos calmen, sino que el proceso analítico requiere que nos topemos una y otra vez con la espera, con la contradicción, con el esfuerzo (económico, de tiempo, de pensar…) pero que, si somos capaces de sostener y atravesar este proceso, podremos acompañar a nuestros pacientes hacia el camino de la libertad y la independencia que ofrece el ser capaces de decir y decirnos “NO”.

¿Te atreves a intentarlo?

Ana García Murillo

 

Referencias bibliográficas:

(1) Lutereau, L.: “Miserias hiper modernas. ¿Por qué vivimos tan mal?» Ed. Letras del sur. 2021.