¿LA CAJA TONTA?

Al mismo tiempo que nos acecha la cuarta ola de una pandemia mundial y un desencanto político generalizado, un porcentaje alto de la población española está siguiendo con fervor programas como La isla de las Tentaciones o el documental protagonizado por Rocío Carrasco. ¿Son datos inconexos o tienen alguna relación?

Freud ya nos hablaba en su obra de los mecanismos de defensa como estrategias psicológicas inconscientes para hacer frente a una realidad que nos incomoda de alguna forma. Fue después cuando su hija Anna Freud, desarrolló de manera profunda esta teoría psicoanalítica.

Los mecanismos de defensa nos sirven para evitar, negar o distorsionar las fuentes de ansiedad o para mantener una imagen personal idealizada. Uno de estos grandes mecanismos de defensa es la negación. Mediante ésta tratamos de protegernos contra la realidad desagradable tratando de negar su existencia. La negación está estrechamente relacionada con la muerte, las enfermedades y otras experiencias igualmente dolorosas y amenazantes.

Telecinco ha sabido captar a la perfección la situación en la que nos encontramos, y en un momento social donde las personas dicen querer “no pensar en nada”, nos suministra a modo de camello nuestra dosis de evasión y negación necesaria. Y lo hace muy bien, sabe dosificar nuestra droga: empieza por un chute por semana para despertar el apetito y termina con una estrategia de enganche donde necesitamos tres capítulos de La isla de las tentaciones por semana. Imposible aguantar sin saber qué pasa con Diego y Lola o con la tercera parte del documental donde nos cuentan el origen del conflicto entre los Mohedano y los Carrasco.

La estrategia es aniquilar el deseo de curiosidad que podría causar en un primer momento y que favorece el pensamiento crítico, para sumergirnos en un absoluto goce de necesidad de evasión y quedar así completamente atrapados.

Lejos de ser la caja tonta, a quienes nos hace tontos es a los espectadores. La mecánica es un engranaje perfectamente planeado para satisfacer esta demanda social y alarmante de no pensar. Podemos hablar de que el contenido de estos realities (curioso eufemismo porque de realidad tienen lo mismo que una moneda de dos caras) tiene tanto éxito porque nos permite identificarnos de alguna forma, o cumplir con la fantasía de saber qué haría tu pareja cuando no la ves, pero lo realmente importante es que para ver estos programas no es necesario pensar, ni siquiera sentir de manera genuina.

Todas las respuestas emocionales que emite el espectador ya han sido previamente previstas y manipuladas por los guionistas de la cadena. La exposición de manera continuada y programada a determinados estímulos nos convierte en robots autómatas de pensamientos que creemos que han sido creados por nuestras neuronas. Pero, ¿no era esto lo que queríamos? ¿No ha sido tan duro el día que uno sólo quiere llegar a casa y no pensar en nada? Cuidado con lo que se desea…

Queremos desconectar. Pero, en ¿qué momento desconectar del trabajo se convirtió en desconectar de la vida? Es lógico y esperable desear momentos de asueto, de frenar el estrés laboral para conectar con otros aspectos de nuestra existencia: la familia, las aficiones, los amigos… Pero la realidad ahora mismo parece indicarnos que cuando apagamos el ordenador, después nos apagamos a nosotros mismos. Nos quedamos en stand by hasta el próximo día y vuelta a empezar. Una escena muy gráfica y utilizada por distintos autores es la imagen de un padre, una madre y un hijo a la hora de cenar cada uno pegado a su dispositivo móvil.

Y, ¿qué irrumpe como freno de esta evasión sin medida? Los síntomas físicos y psíquicos que aparecen como denunciantes de las consecuencias del no pensar. Que acusan de esta huida desenfrenada de la vida como si nos resultara algo insoportable y que nos empujan a dejar de comportarnos como la princesa del guisante. No pensamos y por lo tanto somatizamos, alguien tiene que hablar aunque sea el cuerpo.

El resultado de esta denuncia muchas veces es la repetición compulsiva de la evasión que en vez de escuchar estas alertas corporales, las vuelve a acallar con ansiolíticos y antidepresivos. Por suerte, en otros muchos casos la persona que sufre, decide parar a escucharse y comenzar un proceso terapéutico que le permita vivir en un presente de manera satisfactoria y sin apilar ochenta colchones para disimular los guisantes que todos tenemos en la vida.

Pero, ¿cómo estamos viviendo para que disfrutar de lo cotidiano sea tan difícil? Como titula la psicoanalista Mariela Michelena uno de sus libros “La vida son los miércoles” y sin embargo sobrevivimos entre semana para devorar los sábados y domingos. Y así se pasa la vida, y así se pasa el tiempo, como en un eterno juego de la oca donde de goce en goce y tiro porque me toca.

En el lado contrario a Telecinco, Jeff Bezos, fundador de Amazon, llama la atención de sus trabajadores animándolos a escribir textos de cuatro hojas cuando quieren realizar una presentación de sus propuestas. No permite las presentaciones PowerPoint porque según su opinión: “nos dan permiso, de alguna manera, para tratar las ideas superficialmente, aplanar cualquier sentido de importancia relativa e ignorar la interconexión interna de ideas (…) La razón por la cual escribir un texto de cuatro páginas es más difícil que un PowerPoint de veinte es porque la estructura narrativa obliga a pensar mejor y a comprender mejor qué cosa es más importante y cómo se relacionan”.

Despojarnos del pensar es desarmarnos de la herramienta más poderosa que tiene el ser humano. Pensemos para estar en el mundo, pensemos para existir como decía Descartes. Sería interesante saber si este importante filósofo sería hoy espectador de estos realities.