Las rabietas y el desarrollo de la autonomía en el niño
Os presentamos el primer articulo de una nueva sección del blog «Escuela de Familia». Este espacio virtual ha sido creado con la finalidad de ofrecer un lugar de encuentro para padres y profesionales de la infacia donde poder reflexionar sobre las inquietudes que la educación de los menores nos presenta.
El primer artículo que os presentamos es el de «Rabietas» ya que suele ser el tema que más nos demandan desde las Escuelas infantiles. Esperamos vuestros comentarios.
LAS RABIETAS Y EL DESARROLLO DE LA AUTONOMIA EN EL NIÑO
ESCUELA DE FAMILIA SERVICIOS PSICOLÓGICOS PSYQUIA
En torno a los 15-18 meses el niño comienza a mostrar signos de “oposicionismo” a las demandas del adulto. En ocasiones dichas negativas ponen a prueba la paciencia de los adultos que rodean al menor. Es en este punto donde nos encontramos que comienzan a surgir las preguntas ¿Es mi hijo un niño caprichoso? ¿Por qué ahora se niega a hacer cosas que antes hacia con gusto? ¿ Me está retando mi hijo? ¿Por qué mi hijo dice que NO a casi todo?¿Cómo debo poner los límites?¿Qué le debo permitir y qué no?
René Spitz entiende esta etapa del “NO” como un organizador psíquico. ¿Esto que quiere decir?
Un organizador psíquico podría traducirse como un logro evolutivo, como un indicador de un adecuado desarrollo psíquico.
Para Spitz “El gesto negativo de NO es también, y quizás antes que nada, el primer concepto abstracto que se forma en la mente del infante”.
En un primer momento el niño imita el gesto de la madre y posteriormente incluye la palabra NO.
¿Qué podemos observar en cada “rabieta”?
1. Cada NO de los padres representa una frustración emocional para el niño. Es precisamente está carga afectiva la que garantiza la permanencia mental del gesto y de la palabra NO, lo que le atribuye significado.
2. La prohibición parental interrumpe una iniciativa del niño y le empuja a la pasividad. Es entonces cuando el niño empieza a sentir unas ansias hacia la actividad. “El niño no tolerará que lo fuercen a la pasividad sin resistirse” (Spitz, ...)
3. La carga afectiva displacentera que acompaña a las experiencias de frustración hace que surja un empuje agresivo a revelarse contra ellas. Es en este momento cuando el niño entra en conflicto (ambivalencia). Por un lado aparece el amor que siente hacia sus padres (miedo a la pérdida del amor del objeto) y por otro lado el empuje de su propio deseo.
El dominio del “ no” ( gesto y palabra) es un logro de consecuencias trascendentales para el desarrollo mental y emocional del niño, presupone haber adquirido la capacidad primera para el juicio y la negación. ( Spitz,…)
Los niños de 15 meses no son capaces de entender el pensamiento de los padres, no son capaces de comprender su temor o preocupación y solo distinguen dos tipos de afecto. Cuando los padres prohíben al niño algo, este lo traduce como estar en su contra mientras que si ceden a su deseo sería traducido por el niño como estar a su favor. Es por ello que resulta frecuente ver a niños que ante la frustración de su deseo fruncen el ceño y tratan de pegar a sus “enemigos” o llegan a verbalizar “mala, mala”. Lo que hace que los padres puedan sentir culpa, o pensar ¿cómo es posible que mi hijo sienta tanto enfado hacia mi? ¿será que es malo?
Para la tranquilidad de los padres, su hijo no es malo. Su hijo esta sintiendo una frustración enorme y no sabe cómo manejarla. Poco a poco el niño irá resolviendo el conflicto y obedecerá por amor a sus padres.
En la educación y el desarrollo no hay recetas pero si nos gustaría puntualizar como entendemos los límites desde Psyquia, ya que es un tema que aparece de manera recurrente en las escuelas donde colaboramos y también en consulta.
Nos parece necesario que los límites se vivan desde el cuidado. ¿A qué nos referimos con el cuidado? Un límite es algo que protege, que contiene. Si los limites se ponen de manera tranquila y con la seguridad de que lo que se “prohíbe” es para cuidar y no para agredir serán vividos de manera positiva. En ocasiones nos encontramos con padres que quieren poner límites pero no pueden soportar las consecuencias de frustrar a su hijo y las protestas que su hijo realiza. El tolerar las protestas y contener la rabia forma parte de poner un límite, y es sano que el niño proteste. Si este acontecimiento NO nos llena de angustia, nuestro hijo sentirá que “su rabia” no es tan poderosa como él cree, y que nosotros podemos sujetarla sin devolvérsela.
En ocasiones nos encontramos como una rabieta es traducida como una ofensa personal “este niño me esta echando un pulso y no me va a ganar”. En este caso nos parece importante ver si traducimos la negativa de nuestro hijo como “un pulso, un reto”. De este modo sin querer, teñiremos el límite que pongamos con agresividad, devolviéndole al niño la rabia que él expresa, lo que colocará al niño en una posición de sometimiento que le llenará de rabia y angustia. Como hemos visto antes, la rabieta es un intento de autonomía (y de evitar la frustración), de salir de ese lugar pasivo por lo que si de manera repetida no se deja salir al niño de ese lugar, este repetirá este modo de relación con sus iguales sometiéndose a los deseos del otro.
En otras ocasiones nos encontramos con el polo opuesto: “pobrecito, déjale, son cosas de niños”. Hay veces que los padres sin darse cuenta sacan “su niño interno” y éste se alía con su hijo. Podemos ver como padres que han vivido con sus propios padres los límites de manera muy rígida son muy flexibles con sus hijos, siendo un modo de “liberar a su niño interno” de la rigidez que tuvieron que vivir ellos. También nos encontramos el caso opuesto: padres que vivieron los límites de un modo muy laxo imponen límites muy rígidos a sus hijos.
Como hemos comentado en muchas ocasiones no existen las recetas pero poder reflexionar en estos temas ayudará a pensarnos como padres.
Bibliografía
«Un año para toda la vida». Mariela Michelena
«El primer año de vida del niño». René Spitz
Gemma Cannovas: «El oficio de ser madre».