ME HACES FALTA
“La alegría del amor consiste en ser esperado: antes de ese encuentro nuestra vida carecía de sentido. Gracias al encuentro, nuestra vida adquiere sentido, es “escogida”, “elegida”, ”convocada”, “esperada”, querida hasta en sus más ínfimos detalles; amada por todo lo que es. Esa es la alegría del amor y su promesa: hacerme sentir esperado, elegido, querido en mi facticidad propia”.
Massimo Recalcati en Retén el beso.
Laura* llega a consulta triste, abatida, desgastada y desgarrada por la espera de un amor que no llega. Tiene 45 años, no ha podido cumplir su deseo de ser madre y sus elecciones de pareja suelen dejarla en un lugar de olvido, de segunda, casi de deshecho.
Suena el timbre y la recibo, a la hora acordada, puntual, en la consulta. Busco sus ojos en su mirada esquiva, casi defendida de, tal vez, no poder hallar en el otro una mirada que constate que existe: “Hola, adelante”.
Se sienta en el sillón, en el borde, abrazándose a unos de mis cojines sobre sus rodillas. Llevamos poco tiempo viéndonos y me pregunto si Laura podrá confiar en mí y si seremos capaces de construir un vínculo lo suficientemente bueno como para trabajar juntas.
Relata cómo se encuentra tras la ruptura con su última pareja. Está sumamente enfadada y defendida: “yo ya no quiero estar con alguien, he pensado que es demasiado costoso tener que cuidar a alguien, estoy harta de tener que pensar si le gustaré o no, si me dejará en visto de nuevo, si hay que hacer la cena para dos, si la casa está limpia, si me llamará o no para ir al cine, o si aceptará mi propuesta de viaje. Realmente me he dado cuenta de que no quiero ser dependiente, es tóxico, y es mejor estar sola y saber disfrutar por mi cuenta”.
La paciente trae un pedido claro: quiere que la terapia le ayude a no necesitar a los otros, a ser independiente y autosuficiente, quiere convertirse en una mujer fuerte y segura de sí misma, empoderada. Y yo, la escucho con atención, veo sus lágrimas brotar, y conmovida desde el otro lado del sillón, sólo puedo escuchar su hambre.
Albergando a Laura en mi cabeza, se me abrieron varias cuestiones a pensar: ¿Cuándo la dependencia es tóxica y cuándo necesaria?, ¿es posible amar sin ponernos en manos de otro?, ¿cómo nos vinculamos hoy en día?, ¿hay tiempo para el amor?, ¿qué se hace necesario para que el encuentro entre dos personas (no sólo en la pareja) exista?
Winnicott en Los bebés y sus madres nos plantea: “Un niño o un adulto maduros tienen una independencia que por fortuna está combinada con necesidades de todo tipo, y con amor, que se torna evidente cuando una pérdida provoca un estado de aflicción”.
Podemos pensar entonces, que el imperativo actual que inunda las redes de autosuficiencia bajo el lema “tú solo puedes”, “no sufras”, nos sume como sujetos en una fantasía omnipotente que puede devenir en pura soledad, convirtiéndonos en narcisos que se ahogan en el río.
En este punto me planteaba la diferencia entre los términos: “necesito” y “me hace falta”. A pesar de que Winnicott lo nombra como necesidad, me resultaba más clarificador pensarlo como una suerte de “que nos hagan falta los otros”. Tal vez, la necesidad estaría más del lado de la dependencia infantil absoluta, necesaria para fundar el psiquismo y que, si estuvo bien tramitada en su día a través de unos vínculos seguros, podrá dar lugar a una experiencia subjetiva adulta del “me haces falta”.
Tal vez ahí radica uno de los pedidos de Laura, ¿Cómo poder transitar del “si no me amas me muero” al “me hace falta mi amado y quiero hacerle falta yo”?
Esteban Levin nos habla de la experiencia fundante de la amistad en la infancia: “El jugar con otro, posibilita la compasión, tener en cuenta al otro en el dolor, ser solidario, no tomar en cuenta al otro solo para el placer. Con el otro, se deja algo de uno mismo fuera, y así el otro puede recibir algo de nosotros y nosotros algo de él”.
No puedo evitar pensar en cómo llegamos al mundo, unos esperados, otros por azar, unos por una suerte de madre que nos hizo un hueco en su vientre, en su pensamiento, en su corazón. Otros sin ese hueco, condenados como Laura, a un destino de repetición del desamparo.
Pienso en la frase coloquial que usamos con nuestros seres queridos “¿buscamos un HUECO?, ¿me haces un HUECO para encontrarnos?”, tal vez la experiencia del amor sea imposible poder habitarla sin transitar la dependencia, la vulnerabilidad, el miedo a que la pérdida duela, sin ser capaces de dar y recibir, sin compasión, sin falta.
Cómo diría la popular canción de Carlos Baute y Marta Sánchez: “estoy colgando en tus manos”; y desde ahí podemos pensar en qué manos nos ponemos, y qué manos ofrecemos.
Desde Psyquia tratamos de que nuestros pacientes estén en buenas manos, tengan su hueco, y poderles acompañar a reescribir su historia vincular en un espacio seguro, donde la dependencia, la vulnerabilidad y la falta no den tanto miedo.
Ana García Murillo
Bibliografía
- Revista Nº 20 Aposteriori (Psyquia) Esteban Levin https://psyquia.com/a-posteriori/numero-20-enero-de-2023/
- Recalcati, M.: Retén el beso. Anagrama. Barcelona, 2023.
- Winnicott, D.: Los bebés y sus madres. Paidós. Barcelona, 2020.
*Laura es un paciente ficticio, generado a partir de reflexiones y retazos de algunos casos que atiendo en la consulta.










