HACEN FALTA CARICIAS

Un día cualquiera en carretera, presencié la siguiente escena: llegando a un semáforo, un coche se detiene y, junto a él, una moto casi le roza el retrovisor. El conductor del coche increpa notablemente enfadado al motorista, quién se baja de la moto y la emprende a gritos con el conductor. Tras la acalorada discusión, donde se incluyen gritos, amenazas e incluso algún golpe a la puerta del vehículo, tras la apertura del semáforo ambos reanudan su marcha.

Esta escena que no deja de ser relativamente común en nuestros días, y bastante carente de relevancia, pues no pasó de una mera discusión, causó en mí una impresión que me dejó pensando, no tanto por el hecho en sí, sino por la sobrerreacción de sus protagonistas, ya que me pareció algo excesivo y violento.

Hubo un elemento a mi modo de ver clave en el suceso, y es que había un semáforo que obligaba a parar y ambos iban con excesiva velocidad.

Entiendo que la posibilidad de un accidente asuste, y si bien hubiera sido una molestia realizar un parte por un roce, no era justificada la intensidad de la reacción. Fue tal el estallido emocional que me vino a la cabeza una idea que me llevó a pensar que, a día de hoy, parece que vamos por la vida como si estuviéramos en la unidad de quemados de un hospital, sujetos abrasados que han perdido su piel, que sobrerreaccionan en carne viva con un estado de alerta-defensivo casi próximo a la paranoia.

Del otro lado, sujetos que arrollan, que han hecho callo, funcionando sin poder ver al otro, permaneciendo insensibles y anestesiados a las barbaries del mundo.

Me vinieron entonces a la cabeza la cantidad de dichos populares que hacen referencia a la relación entre las vivencias emocionales y la piel: “se me pone la piel de gallina”, “ha hecho callo”, “se me abren las carnes”, “tengo los sentimientos a flor de piel”, “es que es de piel fina”, “estar curtido”, “con-tactar con alguien”, “los vellos de punta”, …

Tal vez no sea casualidad que la piel sea uno de los órganos con más clínica psicosomática; entendiendo la psicosomática desde la mirada freudiana, donde las series complementarias operan y se jugaría la enfermedad en la intersección de lo biológico, lo ambiental y lo inconsciente.

¿Será casualidad que la incidencia en alergias y problemas de piel (pieles reactivas, hipersensibles, heridas, casi agujereadas) esté disparada, especialmente en niños y adolescentes?

Me pregunté entonces: ¿qué es lo que hace que la piel psíquica se construya? ¿Qué función cumple la piel? ¿Qué nos ha hecho perder la piel y estar en carne viva? ¿Cómo recuperarla?

Tratando de vislumbrar cuáles son los elementos más relevantes de la piel pensaba en su función: la piel es un órgano que sirve para proteger, que es permeable (adentro/afuera), que da un continente y ofrece un borde, que es sensible al dolor y al placer.

De todo ello y fijándome en el saber popular de los dichos nombrados con anterioridad, me parecía que merecía la pena pensar en los siguientes elementos: el ritmo, el vínculo (tacto y con-tacto), el grosor (la permeabilidad/transparencia/contención). Voy a tratar de ir viéndolos uno por uno en distintos post del blog para no extenderme demasiado en cada uno de ellos.

El RITMO

La imagen inconsciente del cuerpo es la imagen de un ritmo, es su huella, es la imagen de una emoción, compartida, la imagen de la interacción tierna, deseante y simbólica entre el niño y su madre”.

J.D.Nasio “Mi cuerpo y sus imágenes”

Siempre me ha ayudado mucho pensar en los bebés y en su desarrollo para entender la constitución del aparato psíquico. En este sentido, Bion tiene un término que me resulta interesante para apoyar mi exposición y es el término de Rêverie, que alude a la capacidad que tiene la madre de sintonizar y ponerse a disposición de su bebé, para contener, metabolizar y devolver de forma organizada la experiencia emocional.

Por ejemplo: si un bebé llora porque tiene hambre, podemos pensar que ese bebé de pocos meses, aún no sabe que esa experiencia desagradable que siente en su cuerpo es hambre, y llora, patalea y hace lo que puede para expulsar de sí ese malestar o exceso de excitación. Será la madre, la que si puede estar en sintonía con su bebé (en rêverie), podrá ofrecer una respuesta suficientemente buena, podrá en un tiempo y ritmo adecuado, tomar en brazos, contener, calmar, nombrar, satisfacer la necesidad de hambre. De este modo, la vivencia caótica de malestar sentida en el cuerpo del bebé, será metabolizada y transformada en algo estructurado, anudado en la palabra y, por lo tanto, organizado, aunque sea precariamente.

Será entonces la repetición de esta experiencia, basada en un ritmo adecuado de presencia-ausencia, lo que irá poco a poco ofreciendo al bebé una piel psíquica que ayudará a construir un cuerpo con un adentro y un afuera, un yo y un no-yo. La madre hace “piel con piel” y envuelve a su bebé en caricias, no solo con los brazos sino también con las palabras. En este sentido, podemos decir que la ternura materna será la mejor defensa contra la violencia de la vida.

Por el contrario, si una madre no está en esa disposición y sintonía, si su propia piel es frágil o insensible, actuará “en espejo”, contagiándose o rebotando la desorganización que el bebé emana, dejando al bebé sumido en el horror de la desorganización, sin palabras, sin poder cubrir sus necesidades físicas y emocionales, en carne viva.

Y ¿qué hace que una madre pueda estar en sintonía con su bebé?

Podemos pensar en que para que la madre pueda estar en rêverie, para que pueda estar en sintonía y poder realizar esa función deberán darse unas condiciones determinadas, basadas en lo subjetivo, pero también en las “exigencias de la vida” a las que esté sometida.

¿Hay tiempo hoy en día para maternar?, cuando las palabras que resuenan más a la puerta de las escuelas son: “¡Qué estrés! ¡No llego!”. ¿En qué momento hemos normalizado estos ritmos?,¿cómo poder hacer un ritmo melódico de la presencia-ausencia (igualmente necesarias ambas) si vamos a trompicones por la vida?

Si pensamos en los ritmos de hoy en día podríamos decir que en muchos casos son inaguantables, que levantan ampollas: jornadas interminables de trabajo, niños a la carrera, prisas, un imperativo de producir sin respirar, viajes, ocio, planes, todo en una rueda de consumo sin freno… ¡Una vida sin semáforos! ¡Luz verde a todo!

Cuántas veces esos ritmos no nos rompen la piel y damos un grito de más, nos hacen perder la paciencia o, en el peor de los casos, el ir como una moto nos hace arrollar a los más vulnerables o incluso a nosotros mismos.

Escuchando a mis pacientes, a esos que les debo tanto y me enseñan tantas cosas, pensaba en cuantos de ellos al llegar a la consulta respiran hondo y dicen: “bueno, este es mi rato.”

Y pareciera que es ahí, en sesión, cuando se permiten parar la rueda, y de semana en semana, a su ritmo, van pudiéndose dar un tiempo para pensar, para encontrarse en nuestro encuentro; donde los dolores de la vida pueden ser pensados, expuestos, contenidos, digeridos, anudados en palabras. Y podemos escuchar: “Salí tocado de la última sesión” y entonces nos alegramos de poder llegar a con-tactar con ellos de ese modo.

Recordaba el vídeo conocido de Lacan, donde una paciente del Holocausto cuenta la brillante intervención terapéutica jugada en una caricia con el significante “Gestapo”. En ella se puede ver como Lacan, hace un uso magistral del cuerpo, tratando de metabolizar el horror vivido de forma traumática e introduciendo una “caricia sumamente tierna”, tratando de modificar el significado y la huella del significante “Gestapo/geste à peau”.

En Psyquia, pensamos el análisis desde un lugar de responsabilidad, esperando con nuestras palabras poder llegar a tocar a nuestros pacientes, desde el respeto, la ternura, la amabilidad y deseando que nuestras intervenciones puedan ayudarles a construir una piel que permita el lazo con los otros, tratando de sacarles de la pompa narcisista tan común hoy en día que los deja angustiados, deprimidos y aislados; acompañándolos a soportar y sostener la vida.

Hoy más que nunca, hacen falta caricias.

Ana García Murillo

Referencias bibliográficas: 

  • Han, Byung-Chul: “La sociedad de la trasparencia”. Barcelona. Heder, 2022.
  • Doltó, F.: “La imagen inconsciente del cuerpo”. Barcelona. Paidós, 2022.
  • Laplanche, J. y Pontalis, J.B.: “Diccionario de psicoanálisis”. Barcelona. Paidós, 1996.
  • Nasio, J.D.: “Mi cuerpo y sus imágenes”. Buenos Aires. Paidós, 2008.
  • https://www.youtube.com/watch?v=ai6zzNoVkJU