¿Qué me duele?
Ayudándonos de la fibromialgia como ejemplo, nos gustaría reflexionar acerca del sentir de muchos pacientes que doloridos físicamente, no encuentran escucha o calma en ningún tratamiento físico, e inevitablemente, se sienten mal psíquicamente.
Según la Rae, el dolor es una sensación molesta y aflictiva de una parte del cuerpo por causa interior o exterior, así como un sentimiento de pena y congoja.
Es una sensación, un sentimiento. Nos puede doler un dedo porque nos hicimos daño, la espalda por una mala postura frente al ordenador, o la cabeza porque tuvimos un mal día. Y en cada persona es diferente. A cada cual le duele a su forma. Puede ser un dolor leve y llevadero o un dolor terriblemente insoportable. En este extremo podemos encontrarnos a algunas personas con fibromialgia a las que les duele todo.
Y frente a estos dolores tan distintos tenemos medios distintos para calmarlos, desde relajarnos y descansar, hasta tomar una pastilla que nos alivie. Pero frente a uno de ellos la cosa se complica, la fibromialgia, pues en muchos casos el dolor sigue presente.
Además, es una enfermedad que afecta a la vida diaria, con fatiga, cansancio, trastornos del sueño, rigidez corporal, llegando a producir verdaderos problemas en las actividades de la vida cotidiana, y provocando una disminución de la calidad de vida.
¿Cómo soportar dolor, dolor y más dolor acompañado de toda esta sintomatología sin que nuestro psiquismo no se vea afectado? Parece difícil desde luego.
El dolor es una vivencia tan subjetiva, que aunque el otro pueda comprender, pueda empatizar, nunca se conoce tanto como quien lo sufre, y quizás más aún cuando es tan invasivo. Pero sería bueno escuchar el discurso surgido del dolor para entender la singularidad de cada uno. Y ¿qué escuchamos?
Escuchamos quejas de ausencia de comprensión por parte de las personas que les rodean, familiares, amigos, compañeros de trabajo… Por qué su dolor y “su enfermedad” no son entendidos de la misma manera que quien sufre un cáncer u otra patología.
¿Será la visibilidad de los síntomas? Cuando alguien tiene cáncer por ejemplo, hay muchas cuestiones que lo dejan claro, pruebas médicas, resonancias, TAC, escáner, análisis, y si aparece la quimio deja sus huellas claramente. Sin embargo, el dolor es invisible, no se ve. El dolor no deja rastro, no hay pruebas de él. Bueno sí, la queja, el sufrimiento silencioso, el cambio en las actividades realizadas por quien lo padece. Y frente a esta ausencia de pruebas encontramos un discurso: “doctor, dígame qué es lo que me pasa”; o “lo único que pido es que mi enfermedad se vea reconocida, que mi familia me crea y no piense que me quejo exageradamente”. Y este discurso, desde Psyquia, creemos que hay que escucharlo. Esa es la primera señal de que existe dolor, sufrimiento, malestar y consideramos que hay formas de responder a él desde la psicología; ofreciendo un espacio donde hablar de ello, donde pensar qué ha ocurrido antes y tras la aparición de la enfermedad, quién es hoy día y quién fue, donde poder verbalizar qué lugar ocupa la enfermedad en su vida y poner en palabras todas esas sensaciones surgidas del dolor.Ofreciendo la psicoterapia como una herramienta que ayude a vivir ese malestar de una forma distinta.
En definitiva, ofreciendo un espacio que alivie.