Sexualidad femenina II
Los humanos intentamos recrear el paraíso terrenal cada vez que podemos, donde todo es ideal y para siempre. Esto nos impulsa a buscar el encuentro perfecto también en las relaciones sexuales, pero los paraísos son efímeros…
Toda la vida del ser humano transcurre en medio de esperanzas de conquista, de descubrimientos, y alegrías de haberlo por fin poseído, y de decepciones de haberlo perdido y de desear de nuevo. Así, la tendencia del ser humano es la búsqueda de restablecer un estado de felicidad y satisfacción plena, que de alguna manera, se puede vivir en la experiencia del coito, pues trae de vuelta una intimidad y unión perdida mucho atrás y perteneciente a una época pasada, en la que bebe-madre eran uno. Sin embargo, volver a vivir esa primera experiencia de satisfacción como tal, de fusión y completud, es imposible.
En algunos casos, el miedo a la soledad y al desamparo, así como la dependencia extrema lleva a algunas mujeres a quedarse en una posición infantil buscando en sus parejas una figura maternal y viviendo su sexualidad como una forma de fusión. Por ello pueden sentir que el mejor momento es el de después, o los besos y abrazos que su pareja les da. También nos encontramos con mujeres que pueden buscar compulsivamente la penetración para evitar el sufrimiento de la separación emocional. Es la compulsividad del acto, que se siente como necesidad y que es producto de una angustia desbordante que impide que el sujeto pueda postergar y esperar.Pero, ¿hablamos sólo de un aspecto femenino?
En la polémica película “El imperio de los sentidos” de Nagisa Oshima (1976), los protagonistas se adentran en una fusión física de dos cuerpos que va más allá de los límites de las relaciones sexuales, derivando en una dependencia patológica y en una relación de sumisión mutua entre los amantes, hasta el punto de que ella pone de manifiesto sus ganas de arrancarle el pene para conservarlo perpetuamente dentro de su vagina y él deja que haga con su cuerpo lo que quiera. Hablamos de una relación fusional por parte de ambos en la que el goce y la pulsión de muerte llevan hacia la destrucción, presentándose así el cuerpo como campo de batalla entre eros y tánatos, entre el deseo y la destrucción.
El lado opuesto a este campo abierto de pulsiones, lo podemos ver en mujeres que viven el coito con mucho miedo al descontrol, ya que en una relación sexual uno se entrega fisicamente y supone la capacidad para dejarse fundir con el otro. De esta manera, hay mujeres que necesitan sentir que son ellas las que controlan la situación anulando su propio placer. Nos preguntamos ¿Qué otros factores pueden influir en la dificultad de algunas mujeres para alcanzar el orgasmo? Quizá la inhibición, pudor, falta de confianza o de comunicación en la pareja, falta de conocimiento o rechazo del propio cuerpo, culpa, traumas o cuando el deseo no es compartido, etc., todos ellos pueden ser factores que influyan en la satisfacción sexual de la mujer.
Por otro lado, si el proceso necesario de la desidealización de la figura paterna no se ha tramitado en la mujer, será un fantasma que puede ensombrecer la relación que ésta tenga con cualquier figura masculina. Para realizar este trabajo haría falta una figura paterna presente, fuerte y llena de ternura que facilite a la niña separarse de la figura materna como objeto de amor e inclinarse hacia él; así como una madre feliz con su pareja que no pone todo su amor insatisfecho en su hija, de manera que ésta se identifique con una madre contenta con su feminidad y amante de su pareja.
Pero todo esto me parece que son las condiciones ideales, y como decíamos… los paraísos son efímeros…