HASTA MAÑANA: DUELO Y DESPEDIDA. CONQUISTA Y ENCUENTRO.
Es la hora de dormir, nos vamos preparando todos para irnos a la cama. Lavar dientes, revisar mochilas y ropa para el día siguiente, el cuento y a descansar.
En muchos hogares este momento del día se hace complicado. No me refiero a «te tienes que lavar los dientes, no me apetece, no quiero…», o al famoso “un momento”, “ya voy”, “un minuto”. Que, por cierto, ¿cuántas veces decimos a nuestros hijos un minuto y pasan cinco? A mí, me pasa a menudo. Me refiero al momento concreto: “buenas noches, hasta mañana”.
Los padres de Sara consultan: “no podemos más, llevamos sin dormir bien más de una semana”. Sara no es un bebé con cólicos del lactante, Sara tiene 4 años. En las conversaciones de las entrevistas iniciales aparece de manera recurrente la palabra abandono. La madre de Sara siente especialmente que no puede dejar a su hija sola-despierta en la habitación. Poco a poco fuimos viendo el significado en su propia historia, lo que suponía para esta mamá no poder llegar a atender una necesidad de su hija por la noche, con la que se sentía “demasiado” identificada y por lo tanto, confundida.
Enrique tiene 8 años, necesita el contacto físico de su padre para conciliar el sueño, necesita que le acaricien la oreja. Cuando se duerme puede quedarse en su cuarto, pero si se despierta por la noche tienen que volver a su dormitorio para estar con él hasta que de nuevo se queda plácidamente dormido. Los padres de Enrique expresan con cierto enfado: «¿no debería haber aprendido ya a dormir solito? Tiene 8 años!«. Por otro lado, Enrique manifiesta alguna dificultad para su autonomía en temas escolares y se presenta ante los niños de su edad como sumiso y temeroso (palabras de su tutora).
Se habla mucho de lo importante que es para un niño ir haciendo cosas solo. El “yo solito» es voy pudiendo con el acompañamiento de mamá y papá: la caca en el wáter, los cordones de los zapatos, la tarea escolar, la bici sin ruedines…. Y dormir solito son solo algunas de las importantes.
Separación, duelo, despedida. El significante mamá sustituye al contacto del cuerpo mamá. El niño puede calibrar la espera cuando conquista la idea de mamá, más allá de su visión física de ella. Mamá se va, pero vuelve. Es el juego del fort-da del sobrino de Freud. Es la mamá “ suficientemente buena” de Winnicot, la mamá que deja lugar al “pedido” del hijo para acudir a su lado, la que como dice Recalcati en Las manos de la madre, ejerce la hospitalidad sin propiedad, ejerce la maternidad desde la femeneidad: «Es necesario que la oferta materna de presencia deje espacio asimismo a su ausencia», en palabras del autor de este maravilloso libro.
A veces, en la consulta, explico a los padres como puede llegar a vivir un niño el poder despedirse y quedarse dormido solo en su cuarto, y les argumento por qué se trata de un logro importantísimo para ellos. Pongo palabras intentando ponernos en su “mente” y explico algo así: “Me quedo aquí solo, no abandonado. Sé que vendrás si lo necesito. No hace falta estar tocándote para saber que estas ahí. El mundo sigue aunque yo me duerma. Y mi mundo interno se hace más presente. Aparecen fantasías, deseos. También miedos, pero voy aprendiendo a tranquilizarme. Soy más consciente de mi cuerpo. Me quedo conmigo mismo en la oscuridad (aunque haya alguna luz y oiga a mis padres recoger la cocina). Soy mayor!” en ocasiones, finalizo diciendo que esto es todo “un subidón”.
Lograr aprender a dormir solo supone conquistar algo de la intimidad, la confianza, la autonomía. También el dominio y conciencia del propio cuerpo, al estar quietos en la cama, con menos ropa.
Recordando a Korman, cuando habla de función de hijo, qué importante es confiar en que “ellos pueden” y que harán bien esa función que no debemos obturar: ir conquistando su propia subjetividad, discriminándose de sus padres, de los otros. Pudiendo ser quien son. Me atrevo a decir, volviendo a Recalcati cuando habla de que los padres deben aprender a abandonar a sus hijos, se refiere un poco a esto: a confiar en ellos, a no ser intrusivos e invasivos, a no meter la cuchara antes de que el bebé tenga hambre, a poder asumir que no nos necesitan para todo, a abandonar más bien la propia omnipotencia.
Alicia Reinoso
Referencias bibliográficas
- Recalcati, M.: Las manos de la madre. Deseo, fantasmas y herencia de lo materno. Barcelona: Anagrama, 2018.
- Korman, V.: Psicoanálisis del siglo XXI. A mi manera. Barcelona: Ediciones Triburgo, 2025.