MAMÁ, ¿ESTOY GORDO?

Un pediatra le comenta a una compañera de trabajo en relación a su hijo: “usted no se preocupe, su hijo está por debajo del peso para su grupo edad, el problema es que estuviera por encima“. Ella me lo cuenta tranquila, pero también con ciertas dudas. ¿Por qué es mejor que un niño esté por debajo de su peso que por encima? Me pregunta… ¿no será igual de perjudicial?

Hay algo en nuestra sociedad con estar gordo que no tiene que ver con estar sano y que genera una especie de gordifobia, no solo con los adultos, no solo con las mujeres, no solo con los jóvenes, también con los niños y niñas. Y la cuestión es, ¿qué tenemos que enseñar a los “peques”?, ¿a estar delgados o a comer de manera saludable?

EL CUERPO EN CUESTIÓN

Si el cuerpo es el cuerpo de la estética uno puede comer mal, “no está mal visto” socialmente, lo que está mal visto es estar gordo. Si sobran kilos… hay un señalamiento casi instantáneo, “cómo puede comer eso, si está gordo”, y si algo es malo para la salud ¿qué más da el aspecto que uno tenga?

No digo que sea así siempre, pero hay algo de sobreponer la “dictadura de la estética y la imagen” a todo lo demás.

Se habla del cuerpo en lugar de hablar de hábitos saludables con la comida, de comer de todo, de comer en unos horarios, de no tomar la comida como un premio o como un castigo, de no comer porque uno esté aburrido o ansioso.

Freud supone que hay una representación del cuerpo que no es efecto de la anatomía sino de la conexión o desconexión de las representaciones. El cuerpo en la constitución subjetiva se constituye como receptor de las pulsiones de auto conservación, sensaciones y diferencias entre lo placentero y displacentero. El bebé es más que un cuerpo. Un cuerpo, por otro lado, que es libinizado por otro, donde residen las huellas del primer encuentro fundamental con su madre.

Inevitable aludir al Estadio del espejo para comprender que se conquista una identificación en el sentido pleno: “a saber, la transformación producida en el sujeto cuando asume una imagen (la imagen especular de sí mismo)”

El niño conquista, aún con gran inmadurez, la idea de “ese soy yo”, imagen que irá integrando, completando, uniendo y complejizando gracias al tejido que prestan las palabras del otro y al desarrollo del resto de las identificaciones.

Y en este punto, muy resumido, quiero reflexionar sobre esa acción psíquica sobre el cuerpo, tan incómoda para el modelo médico tradicional. ¿Cómo pensamos el cuerpo?, ¿cómo habla el cuerpo cuando no se han puesto palabras? Y a lo que hoy vamos con este post, ¿cómo habla el cuerpo cuando es fuente de vergüenza y de inadecuación?, ¿cómo empezará a pensar su cuerpo un niño o niña que siente que “ su cuerpo está mal”?. No hace falta hablar de la cantidad de consecuencias dramáticas que esto traerá antes o después, y no hablo solo de los llamados trastornos de alimentación. Dificultades de contacto con los demás, del desarrollo de la sexualidad y del deseo en todas sus vertientes.

Una paciente de 15 años expresa con cierto desconcierto y enfado: “ ¿qué pasa con mis caderas? Mi cuerpo ha cambiado y parece que a mi madre le molesta… ¿es que tengo que “ser un palillo” para que a mi madre le guste?

Otra, en esta ocasión de 47 años:  “odio estar gorda, odio mi cuerpo y odio comer”.

Un tercer paciente de 23 años, preparándose el MIR: “cada vez que pienso que he comido algo que no debo, quiero vomitar, cuento las calorías y pienso en el ejercicio que he hecho en el día, es agotador”.

“Este alimento engorda”, “este otro no engorda”… en lugar de hay alimentos más saludables que otros, que aportan energía y bienestar, ayudan al descanso y a rendir a lo largo del día.

Reflexionando…

Estar gordito en los bebés si es señal de salud, pero eso desaparece, ¿por qué?. ¿Cómo pasa ese cuerpo a ser el cuerpo de las medidas y de los pesos?, ¿cómo se “construye” un niño con un cuerpo que provoca rechazo o censura?

Un niño es un sujeto macado por el contexto. Y el peso ideal no debería ser un objetivo para evitar burlas sino para vivir mejor. Ser gordo puede ser una característica más de las posibilidades anatómicas del cuerpo, a pesar de que uno coma bien y no tenga un estilo de vida especialmente sedentario.

Tenemos una grandísima responsabilidad como padres y profesionales que trabajamos con niños: ser una ayuda para elaborar esa relación con el cuerpo. Ayudar a tener proyectos y objetivos que no pasen solo por la imagen: aprender, conocer, imaginar… pensar (se) y darle el lugar al cuerpo que corresponde en la construcción de nuestra subjetividad, en definitiva, ayudar a los niños a conquistar quienes son más allá del cuerpo de la estética.

Alicia Reinoso