TIEMPO DE DUELOS
“Toda historia de amor,
es una historia potencial de duelo”.
J. Barnes
El duelo nos habla de que las personas, los seres humanos, somos interdependientes. Necesitamos de los demás, necesitamos cuidados y necesitamos amar y ser amadas.
En estos días, en estas semanas… ya meses, se ha abierto un espacio de duelo, en el que nos pueden faltar esas relaciones y apoyos que necesitamos, donde además, parece que se hace más estrecha la frontera entre la vida y la muerte. Quizá cada vez somos más personas habitadas por una melancolía. Recurriendo a los clásicos, Freud en 1915 nos hablaba de duelo definiéndolo como ese estado en el que el mundo aparece desierto y empobrecido ante nuestros ojos. Y nos introducía el concepto de “melancolía”, como ese estado en el que no tiene lugar la elaboración y resolución del trabajo de duelo.
Actualmente, ¿vivimos las personas atravesadas por esa melancolía? ¿Qué vamos a hacer y qué sucederá con todos estos duelos complicados, negados, arrebatados, desautorizados o imposibilitados? ¿Cómo podremos elaborar ese espacio de duelo, tanto individual como colectivo?
Surgen preguntas y reflexiones a las que enfrentarnos en estos momentos difíciles. A la vez tan necesarias para que lo que nos pasa no se convierta en vivencias que queden en el silencio. La persona en duelo necesita ser escuchada, creída, sentirse reconocida y poder desarrollar conciencia de lo que está experimentando.
“Si quieres evitar el dolor del duelo, el precio que tendrás que pagar es el de estar totalmente desvinculado de los demás y, por lo tanto, excluido de toda posibilidad de experimentar la felicidad”.
Erich Fromm
Estamos viviendo una situación de catástrofe, una crisis sistémica en la que muchas personas se van a ver afectadas por la situación en sí y, para otras, la situación puede ser un desencadenante de una gran diversidad de sentires y emociones, que a lo mejor antes ya estaban presentes, pero ahora aumentan en intensidad. Somos más conscientes de nuestra vulnerabilidad.
Es una época de pérdidas: fallecimiento de seres queridos, pérdidas laborales, de vivienda… pérdida de libertades, incluso de valores o creencias… pérdida de contacto con las personas queridas, de abrazos y encuentros… Cada persona lo vivirá de una manera y es necesario legitimar nuestro sentir. Podemos experimentar sensaciones físicas, como vacío, opresión en el pecho, nudo en la garganta…; psicológicas, como confusión, preocupación, tristeza, angustia, enfado, culpa, incredulidad, miedo, incertidumbre, incomprensión y un largo etcétera, además de alteraciones del sueño y del apetito, por ejemplo; y, sociales, como dificultades en las relaciones y aislamiento.
Hoy día sabemos que experimentar todas estas respuestas es algo natural. Estas emociones son naturales y necesarias para la vivencia del duelo. No hay emociones positivas o negativas: todas tienen una función específica que es facilitar el recuerdo de algo, una tarea que está pendiente de ser resuelta. El duelo supone un proceso, un camino que recorrer y transitar en el que iremos encontrando respuestas.
Nuestra capacidad creativa para adaptarnos a situaciones adversas tiene un enorme valor para protegernos y para seguir adelante. Poder hablar de lo que nos pasa y de nuestro dolor es importante y necesario para que no se convierta en ansiedad, angustia, insomnio o cualquier tipo de sintomatología.
Es fundamental en estos momentos mejorar las redes de apoyo. También, mantener un balance entre cuidarse una/uno mismo y estar apoyado/a y cuidar a los demás.
Es importante regular estados emocionales difíciles y, que tengamos en cuenta que estas emociones tienen una función. Aunque luego cada persona, por eso la importancia de la atención personalizada en cada caso, presenta distintas maneras de afrontamiento, de protección – evitación, de negación o de conexión en la elaboración del duelo y, por tanto, cada persona presentará unos recursos específicos y únicos de posibilidad de autorregulación.
“El duelo es un poco de tiempo que nos da la vida para aprender a amar”. Alba Payás