JUGANDO EN TIEMPOS DE COVID
“Una niña juega a ser Rapunzel, encerrada en una torre bajo el mandato de su madrastra de no salir, ya que el afuera es un mundo peligroso. Ella juega a escapar y poder salir a disfrutar del mundo”.
“Un niño juega durante una videoconferencia con sus abuelos al escondite, apareciendo y desapareciendo de la pantalla”.
“Unos hermanos juegan al pilla-pilla. Uno es el coronavirus que viene persiguiendo y el otro consigue escapar”.
“Una niña juega en la consulta a tener una casa vacía, solo para ella, durante el encierro”.
¿De que les sirven estos juegos a los niños? ¿Qué han podido hacer los niños con lo traumático del confinamiento? ¿Podemos aprender algo de ellos?
Así como no podemos hablar de los niños en general sino de qué ha hecho cada niño en particular, no podremos hablar de que un acontecimiento es traumático en general, sino que habrá que ver qué efectos produce en cada sujeto para hablar de trauma.
Manuel Fernández Blanco en ¿Qué es un trauma?, un artículo que nos ha ayudado a pensar este tema nos dice: “El trauma es lo real como inasimilable. Es una excitación sin palabras, sin saber. Es un hecho sin dicho. El trauma supone siempre una contingencia, un encuentro imprevisto y azaroso. La excitación propia del trauma puede provenir «de fuera» o «de dentro» pero, para que sea trauma, tiene que ser un acontecimiento con una implicación subjetiva. Algo que concierne al sujeto. Una mezcla de real y subjetividad”(1).
Nos parece muy interesante esto que Manuel Fernández apunta de que es necesario que lo real se entremezcle con lo subjetivo, que se anude con algo propio. Será desde ahí, desde donde cada niño vendrá a alojar la vivencia del confinamiento en algún lugar de su historia. Para cada niño, el confinamiento ha tenido o puede ocupar un lugar diferente y del mismo modo puede dar lugar a una respuesta psíquica diferente pues cada niño cuenta con unos recursos propios y una historia familiar particular.
Freud en Más allá del principio del placer (2), con el conocido juego del fort-da, habla de los aspectos reparadores y elaborativos del juego en el niño. El juego es mucho más que jugar por placer o entretenimiento, el niño a través del juego convertirá un suceso que ha sido vivido por él de forma pasiva y displacentera en algo activo, controlable y placentero. De este modo el jugar cura, ayuda a digerir lo vivido, ayuda al niño a narrar lo innombrable del trauma, a darle estructura y a poder hacer algo con ello.
Pensemos entonces en los juegos de los niños que veíamos al principio. Rapunzeles que escapan a encierros y disfrutan de su libertad, casas llenas de intimidad solo para uno mismo, virus de los que se puede huir y estar a salvo, poder controlar cuando se ve o no a los abuelos sin tener que esperar a que nos den permiso…
Cuando leemos en los medios que se avecina una pandemia en salud mental, nos gustaría pensar que tal vez pueda no ser así. Es cierto que lo real de la covid-19 nos ha dejado a todos en un primer momento perplejos, sin palabras. Mucha gente está sufriendo y tal vez sea recomendable en muchos casos pedir ayuda y atención psicológica, pero no sabemos si podemos hablar de que la población estará “traumatizada” y que habrá una pandemia de salud mental.
Somos partidarias de dar tiempo, esperar a ver qué hacen los sujetos con lo vivido, qué de sus historias se reactiva con los encierros, las pérdidas, los enfermos, las soledades, la carga laboral, familiar… Tal vez habrá que esperar y valorar…
De cara a la infancia, ¿la mejor medicina para estos tiempos sería crear espacios de juego libre, donde poder desplegar algo de lo que les ha tocado de este confinamiento? Y como adultos, sin duda, observar y proteger ese juego para poder escuchar si tal vez necesitan ayuda.
Nos gustaría pensar que cuando se habla de nueva normalidad, tal vez haya una nueva normalidad psíquica, una transición donde poder recobrar algo del equilibrio perdido. No será lo que fue porque no somos los mismos de antes. Quizá podamos aprender de los niños y ver qué podemos hacer como protagonistas de la historia. Como nos transmite nuestra querida Mariela Michelena, cómo podemos jugar con las cartas que nos han tocado, de la mejor forma posible (3).
No obstante, si estás preocupado por tus hijos y quieres saber cómo poder detectar si necesitan ayuda, os dejamos algunos signos frecuentes de sufrimiento infantil:
Si llevan un tiempo en el que…
- No quieren jugar y se muestran apáticos ante la oferta de actividades.
- Empiezan a aparecer regresiones de logros ya adquiridos (patrones de sueño, control de esfínteres, alimentación, modos de relación con el adulto…).
- Desborde emocional: rabietas, crisis de llanto, miedos…
¡Os escuchamos!
Referencias
(2) Freud, S.(1920): “Más allá del principio del placer”, tomo XVIII. En Obras completas, Amorrortu editores. Buenos Aires, 2007.
(3) Michelena, M.: “Mujeres que lo dan todo a cambio de nada”. La esfera de los libros. Madrid, 2015.