PORQUE ¿ME DA LA GANA?

Miramos el mundo desde nuestra propia posición. Esa de la que estamos convencidos y, que si tenemos cierta seguridad en nuestro propio narcisismo, es la mejor. La adecuada y la que mejor nos sitúa, incluso la solución a, casi todos, los problemas.

Pero a veces dudamos de nosotros mismos. Bienvenida nuestra compañera Doña Duda, esa que nos viene a visitar de vez en cuando. Pero no siempre por visitarnos va a tener razón, ¿o si?

Yo soy la que mejor conoce a mis hijos”, “este colegio es el mejor para mis hijos”, “para mis alumnos lo mejor es esta metodología”, podrían ser expresiones que estamos acostumbrados a escuchar y que no nos sorprenden. Incluso algunos terapeutas con respecto a sus pacientes corren el riesgo de colocarse en ese lugar…. Expresiones sin dudas.

Estas afirmaciones tan categóricas están basadas la mayoría de las veces en nuestras creencias, en nuestros ideales, aquellos a los que imaginariamente miramos para que nos alumbren el camino. Pero es ilusorio, sin garantías. Creer que algo es lo mejor no siempre es acertado. Creer que algo es mejor y estar convencido de ello, es simplemente eso. Creer que el resto de opciones no son las acertadas.

Así lo mostró una paciente recientemente.

Vengo enfadadísima decía. “Pues no va mi madre y me dice que siempre se tiene que hacer lo que yo quiero, que si no me enfado…”; “me da mucha rabia porque me hace dudar”; ”yo, que vengo abandonando ese lugar donde todos acudían para ser ayudados, y del que afortunadamente me voy saliendo, pero que si de repente digo, “pues mira, no quiero”, me dicen que soy una egoísta”.

Egoísta, enfado, ayudar a los demás, ese lugar en el que me colocan…

Resuenan también en frases como “nunca me tiene en cuenta”, “no piensa en los demás”, “siempre se hace lo que él quiere”, ”es que siempre hace lo que le da la gana, siempre piensa en sus prioridades”. Todas ellas situaciones que dan cuenta de las diferencias. Diferencias que vemos o no, que toleramos o no.

Diferencias que a veces nos invitan a mirar hacia afuera y ver qué tenemos en frente, y que abren la posibilidad de ponerse en el lugar del otro a fin de cuentas, que tiene sus riesgos.

Porque ponerse en el lugar del otro es abrir una pregunta, abrir una posibilidad diferente de la que estábamos convencidos. Y frente a una pregunta la respuesta puede ser la que no esperamos. Cuando alguien pone el foco en su deseo, inevitablemente no puede perderlo de vista, ¿o sí? Saber del deseo facilita pero no asegura. Saber del deseo te ofrece la posibilidad de qué camino coger en una encrucijada, pero no garantiza llegar al destino. A veces, continuar hacia ese lugar complica la vida en un principio. Complica porque da entrada a la renuncia. Pero no sólo por eso. Aparece la renuncia pero también aparecen en escena los deseos del resto, las exigencias, lo que se espera, la confrontación, la tolerancia o no al otro y del otro, las defensas, la agresividad… Elegir tu deseo te coloca en una posición clara, y clama porque los demás también se posicionen.

En esas encrucijadas podemos hacernos los locos, pero llegado el momento no podemos hacer como los niños cuando tienen 2 ó 3 añitos. No podemos taparnos los ojos y hacer como si nada. No podemos escondernos tras la cortina. Podemos taparlos o taparnos, pero sabremos que estamos mirando para otro lado. Y mirar para otro lado tiene sus efectos.

Habrá dos formas tras este posicionamiento.

Podremos poner el foco en nuestro propio deseo, escucharlo y hacerlo porque nos dé la gana, por simple apetencia. No porque acudamos a la mágica motivación de»si quieres puedes», no. Sabemos que no es tarea tan sencilla hacerse con ella. Sino haciéndonos cargo de nuestro deseo pero también de lo que conlleva esa elección.

O será un posicionamiento más narcisista, donde sea un taponamiento a modo de defensa frente a lo desconocido y que angustia, frente al propio deseo incluso, donde ni se tiene en cuenta el deseo del otro pero tampoco el propio, porque la fragilidad interna es tan grande que uno no se lo puede ni preguntar. Estaremos frente a un niño de 3 años en pura omnipotencia luchando contra el mundo para seguir garantizándose ser el rey del universo, o tendremos en frente a alguien que asume que no todo el mundo opina igual, pero ofrece su posición porque es la que prefiere. Mismo lenguaje distintas posiciones.

Desde Psyquia, pensamos en la psicoterapia como aquel espacio que ayuda a salir de detrás de la cortina, que ayuda a abrir los ojos, a mirar a Doña Duda a la cara y preguntarle qué opina. Si se acerca al deseo, lo tapona, lo niega, o se queda sometida al de los demás sin margen de maniobra; acompañando a que cada paciente pueda posicionarse cómodamente donde “le dé la gana”, teniendo en cuenta al resto, pero sin olvidarse de sí mismo.

Natalia Torres Najarro