Lactancia ¿Hasta cuando? Parte II
Hace algunas semanas habíamos comenzado a reflexionar, por petición de algunas lectoras, sobre el tema de la lactancia. En la primera parte de nuestra reflexión hablábamos de cómo era el desarrollo del niño de un año,en esta ocasión nos centraremos en hablar del recorrido psíquico que hace el niño del año a los dos años. ¿Cómo podemos ayudarle a crecer?
En torno al año de vida el aparato locomotor empieza a ponerse en marcha. El gateo, los primeros pasos y, ¡ale-hop! , de pie y correteando.
La conquista del espacio y el mayor control sobre su cuerpo supone un inmenso placer para el niño. Implica un grado de autonomía cualitativamente significativo respecto a su anterior etapa. Ahora es él quien decide si se acerca o no a los objetos, ya no está a “merced” de los deseos de un adulto, ahora puede “decidir”. Comienza la etapa del NO, las rabietas y el control de esfínteres.
Margaret Malher habla del paso que supone en la autonomía del niño este momento. El bebé pasa de ser pasivo a ser activo. Pasa de estar “pegado a mamá” a poder alejarse y volver a ella. En este momento el niño comienza a jugar a separarse poco a poco, comienzan los primeros pasos hacia la autonomía. Es frecuente en el parque ver la escena del niño alejándose y llamar a la mamá desde la lejanía. La mamá se levanta y acude a la llamada y el niño le dice “vete”. Aquíel niño pone de manifiesto su ambivalencia entre querer a la mamá cerca porque si no se pierde, se siente indefenso y el tener a la mamá lejos, para ser libre, crecer y jugar a su antojo. Esta ambivalencia se verá reeditada en otras etapas de la vida, como es la adolescencia en la que las figuras parentales resultan asfixiantes y muy necesarias a la vez.
Entorno a los dos años la musculatura del esfínter está lo suficientemente madura para empezar a controlar. Este hito evolutivo supone en el niño, de nuevo, el control sobre su cuerpo. Los excrementos ya no son algo ajeno a la voluntad sino que el niño siente que puede darlos o no. Que puede retener o expulsar, que depende de él. Esto le provoca un gran placer y vive “sus productos” como algo que puede dar o no según su voluntad. La acogida que tiene este acto por parte de la madre, lo contenta que se pone, el interés con que “observa” el producto, hace que el niño sienta que para mamá es como si “sus cacas” fueran “un regalo”.
El niño en este momento renuncia a dejar de hacerse pis y caca encima “por amor” a sus figuras parentales. Encuentra en las felicitaciones que realizan sus figuras parentales por ir al baño solito una enorme satisfacción. Es decir, el niño “regala sus productos”. En ocasiones la retirada del pañal se hace de un modo brusco o con mucha ansiedad y el niño vive este momento no como algo que está en su control sino como que desde fuera se le sometiera a la voluntad del adulto, como por la fuerza se le obliga a “dar” cuando él no tiene ganas, cuando él no encuentra sentido a tener que ir al baño. Si la exigencia y rigidez del adulto sobrepasa lo tolerable por el niño, el acceder a ir al baño, a no “hacérselo encima” se convertirá en una lucha de dominio sometimiento que puede derivar en trastornos somáticos más o menos importantes, como los estreñimientos crónicos .
Las rabietas y el NO es una manera que tiene el niño para autoafirmarse. En este momento el niño está marcando el adentro y el afuera, su yo del otro. Quiere demostrar que puede solo, que es capaz de hacer cosas, que es autónomo. Son tercos, no ceden, y ponen a prueba la paciencia del adulto que deberá dejarle crecer y autoafirmarse pero también deberá poner límites y bajar al niño de esa omnipotencia en la que está inmerso de que “él lo puede todo solo”.Deberán ayudar al niño a pedir ayuda sin vivirlo como un sometimiento, sino como una manera positiva de aprender y de entender los límites como protección, del entorno y de su propia omnipotencia.
Si tenemos en mente que estos son los procesos que atraviesa el niño desde el comienzo de la marcha hasta el control de esfínteres (entre el año y los dos años) podemos pararnos a pensar en que ocurre con la alimentación.
Al igual que el vínculo va cambiando a medida que el niño crece, ya no le cogemos, hablamos o jugamos igual que durante los primeros meses de vida ¿Por qué mantener la misma manera de alimentarlo? ¿No se juega también en la alimentación todo lo vincular?
Hablamos de un niño que en esta etapa busca la manera de mantener una “distancia óptima” con mamá: ni muy lejos, ni muy cerca. ¿Podría, según qué casos, obstaculizar el colecho, el pecho a demanda y el piel con piel este proceso? Podemos pensar que algo que en un primer momento es absolutamente necesario ¿puede, si no se modifica, dificultar el desarrollo?
En nuestra opinión, no podemos hablar de causa-efecto de manera absoluta ya que depende de cómo cada madre y cada bebé tramiten este proceso de separación e individuación y de cómo se va pudiendo modificar el vínculo a lo largo del desarrollo adaptándolo a las necesidades del bebé, pero si nos estamos empezando a encontrar con relativa frecuencia casos en los que aparecen trastornos del sueño que suprimiendo paulatinamente el pecho y pudiendo dormir en su habitación el sueño se normaliza. De todos modos en caso de surgir problemas en sueño, alimentación, conducta o somáticos ha de realizarse un estudio en profundidad ya que no depende solo de una variable sino de factores cruzados.