VACACIONES PARA NO ROMPERSE LA CABEZA

Ernest Hemingway en su libro A propósito de la escritura (1984) nos haba de la escritura, entre otras cosas, como un rompecabezas. Es un pequeño libro donde se recopilan todas aquellas opiniones del escritor en relación a este precioso oficio de escribir.

Nos dice textualmente que «basta con hacerlo una vez para que unos pocos te recuerden. Pero si logras hacerlo año tras año, entonces son muchos los que te recuerdan y se lo cuentan a sus hijos, y sus hijos y sus nietos se acuerdan y, en el caso de los libros, pueden leerlos. Y si es lo bastante bueno, permanecerá mientras haya seres humanos» (pp. 15).

Sabedoras de que no somos Hemingway, pero esperando que algo de esa transmisión haya acontecido, un año más, nos despedimos con nuestro ya tradicional cierre de blog, haciendo una síntesis del rompecabezas de lo escrito este año, con el deseo de que os hayáis podido encontrar en nuestros textos, a través de reflexiones propias, de preguntas o dudas, o a través del despertar de un interés genuino por el psicoanálisis. Eso sería una auténtica satisfacción para nosotras y la mejor despedida de cara las vacaciones.

Nos despedimos sin acudir al eslogan «feliz verano». Pues igual que sabemos que no somos Ernest, también sabemos que las vacaciones ideales no existen. Así que preferimos desear un «buen verano», pues hay eslóganes que encapsulan realidades. Deseos que aparecen a modo de ideales incumplibles, que nos llevan a que «Hablemos de narcisismo«, y de nada más. De un narcisismo sin fallas y, en ese caso, mejor acudir a los mitos.

«Los mitos buscan integrar las pasiones que nos desbordan y nos arrastran hacia el desastre, hacia la situación trágica o crítica porque, aun sabiendo que eso es así, nos dejamos llevar. Nos desborda la situación y, a veces, carecemos de alguna envoltura que nos sostenga». 

Acudamos a Perséfone por ejemplo, la diosa griega de la primavera y del verano, que regresaba del inframundo junto a su madre coincidiendo con el verano, trayendo consigo la abundancia de cosechas y de vitalidad de la naturaleza.

Recibimos este descanso con la fantasía de que vuestro «Alambre de espino«, pueda daros protección y seguridad, que delimite ciertos territorios, pero que también dote de resistencia, aislamiento y limitaciones. Que podamos viajar a otros territorios con mallas más amables, evitando que nos puedan pinchan a nosotros mismos.

Las vacaciones terminan viviéndose como una necesidad, y sí, lo son, pero intentemos no confundir esa necesidad con el placer que conlleva. Como en la clínica, donde «uno de los motivos que más nos encontramos en consulta es la confusión del amor con la necesidad. Probablemente por la tendencia social que hay a la satisfacción inmediata, a través de objetos que reeemplazan los afectos y que tanta incidencia tienen en las crianzas» por ejemplo.

Cada uno llega a las vacaciones desde sus circunstancias personales. Con mucho entusiasmo, con cansancio, o con angustia o tristeza. Sabemos que «La pena no es cómoda», «es como un pantalón que te aprieta, que no te deja respirar…». Vivimos un momento de un rechazo a la tristeza y “lo normal” es estar bien rápidamente, privando al deseo de la espera necesaria que le permite seguir estando vivo (lo estruja como ese pantalón apretado), lo agota y lo mata«.

La pena no espera a que pasen las vacaciones, pero intentemos ponernos lo menos posible ese pantalón que aprieta, siendo conscientes en septiembre de las marcas que dejó el cinturón. Al menos, un poco…

Nosotras volveremos con el mismo deseo de haceros esa pregunta eterna, «¿Juegas conmigo?«. Mientras tanto os animamos a jugar este tiempo de descanso y de retiro que tenemos por delante . Si el mundo se nos vuelve incomprensible, nos va a permitir «elaborar miedos, anhelos, angustias, conflictos, deseos y aquellas situaciones impactantes o difíciles de asimilar. Jugar abre una puerta a elaborar psíquicamente dicha experiencia, primero, a través de la repetición, para después introducir posibles cambios, permitiendo descargar y modular la intensidad de lo vivido, jugando activamente la experiencia para poder asimilarla«. Dejemos a los niños jugar y, los que no lo somos, animémonos a ello. Quizás no hay mejor tiempo para intentarlo que éste…

Y también, por qué no, acudamos a la palabra mientras hacemos planes estupendos. Porque «en un momento social, donde la imagen, y el imperativo de “hacer cosas” nos domina, la palabra y el pensamiento, van perdiendo presencia«. Hablemos y conversemos, acudamos a esa malla que supone el lenguaje. «Todos somos a nuestra manera narradores, y necesitamos las palabras apropiadas para contar y contarnos cada día. (…) Los relatos bien contados invaden lo más íntimo, liberan sentimientos callados, nos rozan el corazón«.

Volvamos con imágenes contadas y relatadas de los momentos tan íntimos que supone la parada tras las vacaciones, así no reproduciremos «Adolescencias sin palabras».

Pero si en lugar de las palabras nos adentramos en «Agujeros negros u otras galaxias«, momentos de angustias y silencios, pensemos en aprovecharlos. «A veces necesitamos tiempo para pensar. La retirada o el silencio pueden ayudarnos a eso. Ese es el horizonte que aquí nos interesa. Poder ordenar pensamientos, protegernos de una hostilidad, poder darnos tiempo para ver qué tenemos delante y cómo queremos comprometernos frente a lo que nos piden. Ese silencio es otra cosa. A modo de pausa no se instala un muro, sino una puerta que podremos cerrar para volverla a abrir después«.

Puede ser una puerta a la selva, donde quedaremos atrapados en «Los poderes hipnóticos de la mirada«. Como para Mowgli, será «La selva como la representación de la infancia, un lugar donde ha vivido libre, gobernado por sus instintos más primarios y siempre protegido por sus figuras de autoridad a los que creía todopoderosos».

Sin duda, éste es un buen momento para visitar aldeas donde encontrar otros emblemas, donde encontrarnos con otros.

«Ocurre que cuando se nos muestra todo lo que el otro ha conseguido es prácticamente automático que uno mismo se sienta interrogado por lo conseguido y no conseguido en su vida. Frente a este interrogante se puede sentir nostalgia, una reactivación del deseo de conquista, pero también celos, frustración…, emociones que nos hacen sentir mal y de las que surge la necesidad de defenderse». Seremos testigos de estos «Eslabones en las relaciones padres e hijos».

Así que os decimos «Hasta mañana…«, un duelo, una despedida. Pero también una conquista, un encuentro…

Decimos hasta septiembre, confiando en que nuestros queridos pacientes, podrán ellos solos con sus propios interrogantes. Que durante este tiempo podrán «ir conquistando su propia subjetividad, discriminándose de sus padres, de los otros. Pudiendo ser quien son. Me atrevo a decir, volviendo a Recalcati cuando habla de que los padres deben aprender a abandonar a sus hijos, que se refiere un poco a esto: a confiar en ellos, a no ser intrusivos e invasivos, a no meter la cuchara antes de que el bebé tenga hambre, a poder asumir que no nos necesitan para todo, a abandonar más bien la propia omnipotencia».

¡Buen verano!

Ana, Verónica, Maite, Natalia, Valle, Alicia y Sara

Equipo Psyquia

Referencias bibliográficas

Hemingway, E.: A propósito de la escritura. Barcelona. Elba, 1984.

Recalcati, M.: Las manos de la madre. Deseo, fantasmas y herencia de lo materno. Barcelona. Anagrama, 2018.