¡Comer y comiendo!
Con la expansión de los movimientos fitness, de alimentación orgánica y del comer sano, nos acercamos a las conductas de los extremos que, sin ser adictivas responden a una restricción del sujeto y que puede en ocasiones limitar su entorno.
En los últimos tiempos, con la ampliación de nuevas tecnologías y un mayor acceso a la información, el mundo de los alimentos ha dado un giro importante que va más allá de su rico sabor o el peso nutricional que tienen. En los escenarios de la gastronomía, los alimentos se han convertido en auténticos protagonistas, vestidos con trajes elegantes, vistosos, brillantes y coloridos, que invitan más que a comer, a vivir la experiencia culinaria y el placer que ella representa. Del otro lado de este giro se encuentra el interés por rescatar la bondad nutricional de los alimentos, y así minimizar el consumo de alimentos “poco sanos”, reduciendo de manera importante el repertorio de comida y centrando la alimentación en lo nutricio.
En este marco de las nuevas tendencias de alimentación, algunos trastornos y problemas conocidos de la conducta alimentaria, como la anorexia, la obesidad o la bulimia; cohabitan con una nueva tendencia, que sin ser aún una categoría diagnóstica, empieza a tener eco en la población, y con más frecuencia a despertar algunas preocupaciones.
La ortorexia es el término acuñado por Steven Bratman, derivado del griego orthos que significa correcto, y orexis apetito, “apetito correcto”; con el que se refiere a las conductas compulsivas asociadas a la calidad de los alimentos y del comer. A grandes rasgos, la aparición de los síntomas de la ortorexia tienen que ver con el incremento de conductas centradas en “comer sano” (como desplazarse grandes distancias en búsqueda de un producto en particular, restringir horas de ocio para dedicarlas a la preparación de comidas de esta dieta, incluso romper con actividades de la rutina laboral para dedicarlas a otras asociadas con la dieta elegida); que limitan y deterioran la actividad social de las personas, quienes pueden sentir en ocasiones una necesidad de evitar o reducir el contacto con su entorno, para mantener su estilo de vida y alimentación correcta. Sus intereses pueden llegar a limitarse a la calidad de los nutrientes de la comida que ingieren, restringiendo su dieta a aquellos alimentos que definen como puros o sanos.
Desde diferentes disciplinas las posturas han sido diversas, defensores y detractores de estas tendencias sostienen o bien la necesidad de comer sano y de ser estrictos en estas conductas o, por otro lado la importancia de no restringir el mundo psíquico y social al hábito del comer. Entre unas y otras los grises son múltiples, pero la pregunta por el QUÉ, parece estar fuera.
¿Qué esconde una postura restrictiva de un lado, o completamente permisiva del otro? ¿Qué se juega en la prohibición del placer gastronómico; o en el exceso del mismo? Una vez más nos encontramos con la necesidad de una respuesta equilibrada, que facilite el encuentro con lo placentero sin perderse en ello, de la misma forma que perderse puede ocurrir en los límites delcomer correctamente.