¿A qué nos negamos cuando decimos NO?
En esta ocasión nos parece importante poder reflexionar sobre la palabra NO.
¿Qué trasmitimos a nuestros hijos con esta palabra? ¿Qué importancia tiene?
Hoy en día se agudiza en contextos familiares y escolares la eterna duda sobre lo certero y eficaz que puede ser decir que no a los hijos; de hecho nos podemos encontrar con múltiples posiciones que dicen no al no… Sin embargo, pocas veces nos preguntamos a qué estamos realmente negándonos y negándoles cuando verbalizamos un fuerte, ligero o contundente NO
A lo más pequeños el no les organiza, les permite abrirse pequeños pasos hacia la autonomía y les permite diferenciarse de mamá y de papá; y así poder ellos con apenas 2 o 3 añitos, manifestar su deseo. El tan escuchado “mamá no quiero” o el gesto en negación con la cabeza, son el primer acercamiento a la –tan dolorosa para los padres y necesaria para el pequeño- separación. Este pequeño guiño es el inicio de un aprendizaje del mundo que le rodea, y que le muestra que es un ser independiente, diferenciado de sus padres y del deseo de estos.
Es sin embargo el NO de los padres, por el que nos preguntamos, a qué no negamos al decirles que NO? ¿Qué promovemos al decirles que NO?.
El NO pone límites, pero no sólo los límites asociados con movimientos de disciplina y obediencia, de incorporación de normas y leyes. Sino que también pone límites al desbordamiento, al no saber, a la angustia, a la incertidumbre, a los temores…Cuando se dice NO, (uno sólido y coherente, y no uno caprichoso ni rígido) se construye un borde, un marco que facilita que el niño pueda fundar una imagen de sí mismo con la que se siente seguro, a pesar de la frustración inmensa con la que se tropieza cada vez que lo escucha.
Este NO también supone una declaración de amor de parte de los padres, es una forma categórica y rotunda de confirmarle que le quieres, y porque le quieres, le muestras que no puede hacer siempre lo que quiere,que lo que quiere no siempre está bien o le conviene; y, que a pesar del inmenso enfado que la negativa le ocasiona, sus padres están allí para sostenerlo.
Este NO lo introduce y lo mantiene en el registro de la socialización, es lo que le ayuda a acercarse a sus pares desde el lugar de igual; y no desde un lugar de privilegio donde todo lo puede, que desde un funcionamiento narcisista, termina posicionándolo como objeto de exclusión, burlas, o rechazo. Le facilita así mismo, el recorrido a través del orden social, donde va aprendiendo a regular sus propias frustraciones, y a separarse/negarse con autonomía.
El NO es también un organizador para los padres, ya que les confronta con la dificultad para negarse, oponerse al deseo de su hijo, y con ello, con la ineludible consecuencia de separarse por momentos del ideal de padres; es decir obliga a los padres a renunciar así como el hijo, al deseo todopoderoso de dar y ser todo para su hijo. Les acerca a sus propias vivencias de frustración ante el NO que viene de otros (padres, pareja, jefes, compañeros de trabajo), les convoca irreversiblemente a verse y saberse incompletos y por tanto despojados de su propia omnipotencia infantil, esa que heredamos de los propios padres y transmitimos como si de genética se tratara.
Bibliografia
«El lugar de los padres en el psicoanálisis de niños» Ana Maria Sigal de Rosemberg
«La parentalidad» Leticia Solis-Ponton