HORROR A LA GUERRA

En las últimas semanas, las noticias se han visto repletas de imágenes cargadas de violencia por el conflicto armado entre Israel y Palestina. La guerra no deja indiferente a nadie. El horror que sentimos hace referencia al espanto que generan los relatos y las imágenes explícitas de agresividad, muerte y violencia, que se nos cuelan por los ojos en nuestros hogares de un modo radical y sin veladura posible.

En el año 1933 se unieron Freud y Einstein en un diálogo para tratar de reflexionar a la pregunta de ¿POR QUÉ LA GUERRA? Freud plantea dos tipos de pulsiones, de Vida y de Muerte, antagónicas, si bien, pueden coaligarse: “La pulsión de autoconservación es sin duda de naturaleza erótica, pero justamente ella necesita disponer de la agresión para conseguir su propósito” (1933, pp. 3212). Y, refiriéndose a la agresión en sí misma, escribe: “En condiciones que le sean favorables, cuando desaparecen las fuerzas psíquicas antagónicas que por lo general la inhiben, también puede manifestarse espontáneamente, desenmascarando al hombre como una bestia salvaje que no conoce el menor respeto por los seres de su propia especie. Quien recuerde los horrores de las grandes migraciones, de las irrupciones de los hunos, de los mogoles bajo Gengis Khan y Tamerlán, de la conquista de Jerusalén por los píos cruzados y aun las crueldades de la última guerra mundial, tendrá que inclinarse humildemente ante la realidad de esta concepción.” (1930, pp. 3046).

Freud sostenía que las pulsiones sexuales parciales se apuntalan en la infancia en zonas erógenas de un cuerpo en constitución para, desde ahí, dirigirse hacia ciertos objetos donde encontrar su satisfacción. En esta línea habló de las pulsiones de placer de ver y ser visto (que Lacan desarrollará como pulsión escópica) y también la pulsión de crueldad: “La crueldad es cosa enteramente natural en el carácter infantil” “la inhibición en virtud de la cuál la pulsión de apoderamiento se detiene ante el dolor del otro, la capacidad de compadecerse, se desarrollan relativamente tarde”. (1905, pp. 175). Son necesarios unos diques anímicos como la vergüenza, el asco y la moral para contener dichas pulsiones. ¿Qué ocurre si esos diques no consiguen hacer su función y algo queda fijado a un modo de gozar distinto?

El horror como modo de gozar es algo que vemos más allá de nuestras consultas. La violencia es un modo de goce que se ha instalado y que no hace más que aumentar, donde las imágenes explícitas resultan pornográficas.

Una adolescente me relata el espanto y la excitación vivida tras la visualización del vídeo pornográfico más visto en redes, el cual representa una violación en grupo. Ella dice ser feminista, por lo que se siente absolutamente consternada al sentirse tan sumamente excitada por la escena que representa una situación terrible para ella. Esto le permite explorar sus relaciones amorosas donde siempre ocupa un lugar de objeto dejándose abusar por el otro.

Un paciente habla en consulta de lo invadido que se siente por sus pensamientos, los cuales llama intrusivos. Al preguntarle por ellos me cuenta como “busca permanentemente problemas” y como esos pensamientos le generan una excitación parecida a cuando se sube en la montaña rusa del parque de atracciones o cuando ve “sin mirar” películas de terror. Sin mirar ya que dice cerrar los ojos, es decir, que el terror está más en lo que imagina. Ese modo de gozar se le impone, pero los pensamientos de intrusivos tienen poco…

Otro paciente siente una enorme fascinación por el holocausto. Se pasa sesiones hablando de los crímenes cometidos, de la manera en la que se ejecutaba a los judíos, de los entresijos de los campos de concentración… Le pregunto por esta pasión acerca del exterminio y me dice que lo que más le inquieta es pensar en cómo la mayoría de crímenes cometidos era por personas “normales” que aprendieron a dejar de sentir el dolor o el horror de lo que hacían. Yo me pregunto por su propio goce y, si esta pregunta subjetiva, le atraviesa y de qué modo.

¿La guerra seguirá siendo inherente al ser humano? O ¿podremos aprender a dominar ese goce que impulsa a la violencia? Es la gran pregunta que nos hacemos y que resulta fundamental para pensar no sólo acerca de la guerra, sino del futuro de los hombres y mujeres en la sociedad.

Algunos de los factores que Freud señala como preventivos de las guerras, es el que hoy denominamos como «imagen del enemigo». En este sentido afirma Freud que: los pueblos deben adquirir comprensión suficiente de sus elementos comunes y tolerancia bastante de sus diferencias como para no fundir en uno solo los conceptos de extranjero y enemigoLa dificultad de integrar a lo diferente como ajeno al yo, sin que este se vea amenazado fomentando la empatía sería uno de los apoyos para la comprensión y la tolerancia.

Por su lado, la psicoanalista Viviane Chetrit-Vatine en una conferencia para la IPA (International Psychoanalitic Asociation) dice que es en la parte ética del ser humano y más concretamente en su lado femenino/Materno donde podríamos encontrar una posible aspiración por la paz.

Sería el tercero en función materna el que permitiría poner fin a las matanzas reiteradas y permitir la interiorización de un principio paternal con posibilidad de establecer leyes de vida comunes. Lo sitúa antes del establecimiento de la ley y más allá de la autoconservación.

Esta dimensión ética de apertura al otro forma parte de la dimensión femenina-maternal de todo ser humano y opera en el núcleo afectivo entre los hombres que operan contra la guerra y que encontramos en las identificaciones. Identificaciones para ponernos en lugar del otro y entender como es y como siente para así, abrirse al plano del respeto y ternura por el otro.

 

Verónica Corsini Prado

Bibliografía

FREUD. S. (1901-1905): Tres ensayos de teoría sexual, y otras obras. Buenos Aires, Hispanoamérica.

FREUD. S. (1920): Más allá del principio del Placer. Vol. II (edición 1973). Madrid, Biblioteca Nueva.

FREUD. S. (1930): El malestar en la cultura. Vol. III (edición 1973). Madrid, Biblioteca Nueva.