LOS FANTASMAS DE LA NAVIDAD

“De todas las antiguas fiestas, la de la Navidad es, con mucho, la que nos despierta las asociaciones mentales más fuertes y sinceras”. “Una hermosa convención, (…) punto de encuentro de los afectos, y rejuvenecer allí y apasionarse entre los entrañables recuerdos de la infancia”.

Washington Irvin nos acerca así a su Vieja Navidad. Un libro escrito en 1820, que describe meticulosamente esta tradición y que, entre otras cosas, sirvió de inspiración para Charles Dickens y su Cuento de Navidad.

Con estas obras literarias en mi imaginario, recibo estos días a mis pacientes. Fantaseando con lo que está por venir, me traen alegrías, melancolías y mal humor…

“Qué emoción…ya hemos puesto el árbol. Qué pena el día en que a mis hijos se les vaya la magia. Voy a retrasarlo lo máximo posible”.

Logro disfrutar tanto de estos días… Me emociono eligiendo regalos, vuelvo a verme en bucle las películas de Harry Potter, ver disfrutar a los niños, ver a la familia es agradable, que aunque en las cenas los adultos sabemos que hay cosas de las que mejor no hablar, lo vivo con calma. Ojalá ser yo un niño más y seguir creyendo en todo”.

 “Estoy deseando que llegue el día 19 para marcharme de viaje. Cada día la navidad llega antes a las calles, no soporto tantas lucecitas y buenos propósitos. Cuando llegue el año nuevo, quedarán en nada, como siempre”.

 “No puedo con diciembre, odio la navidad. Así de claro. Tanta pomposería no tiene otro sentido que tapar la miseria. Una negación en toda regla”.

 

Sin duda podremos sentirnos identificados en algo de lo que alguno de ellos me traslada. Algunos se encuentran con el niño que fueron, con una infancia que recuerdan muy feliz, rodeados de familia, de regalos cuidadosamente elegidos. Y a sus treinta, cuarenta o más, de nuevo intentan recuperar algo de ese devenir infantil.

Otros, al más puro estilo Dickensiano, son visitados por fantasmas, los del pasado, pero también del presente y el futuro. Imágenes que les trasladan a situaciones dolorosas, que les llevan a nuevos aconteceres desagradables, tristes, culposos, angustiantes. Y en ocasiones, hasta se hacen denominar el Grinch, odiando con orgullo la navidad.

Frente a las fantasías de disfrute, también los fantasmas. Que curiosamente no son más que una fantasía más. Un imaginar que en muchas ocasiones representa aquello que hay detrás de lo que nos pasó. Imágenes que recubiertas de relato, ofrecen palabras para dar ligazón a los sucesos, a los felices y a los traumáticos. Un relato que explica nuestra existencia, una narrativa que proyecta nuestros deseos y temores que pensamos que están por venir. En definitiva, aquello que nos contamos a nosotros mismos y que da cuenta de lo que nos pasó.

Fantasías y fantasmas de unos y otros que se encuentran y que, bien o mal, conviven unas con otras.

Como si fuese un espejo, lo que supone la navidad para uno se encuentra con el relato de lo que supone para otro. Compañeros de trabajo, vecinos, familiares o amigos que nos trasladan sus sensaciones, hacen que miremos hacia las nuestras. Y en ese reflejo se produce un encuentro o desencuentro de ambas. Unas se suben al tren de la navidad dirección a Laponia o se bajan de mala manera, apeándose de la ilusión propia de estas fechas para reencontrarse con la pura realidad. Una realidad que en ocasiones no convive de buen grado con esa fantasía.

Es un espejo complicado. Un espejo que nos devuelve nuestra imagen adulta cargada del imaginario infantil del que estamos cargados. La niñez y la edad adulta en estas fechas se conjugan como pueden. A veces muy entusiasmadas pero otras no tanto. Otras incluso representa un posicionamiento que les permite hacer algo diferente con lo que se espera y desagrada.

Y por eso la navidad también es un encuentro con nuestros fantasmas. Aquellos que cada noche, si les dejamos, nos atormentarían.

Desde Psyquia nos ofrecemos para escuchar, cada fantasía, cada fantasma, cada relato que acompaña. Los procesos terapéuticos son eso, el encuentro con nuestros fantasmas, con ver qué hacer con ellos. No podemos desalojarlos, ni cambiarlos, pero quizás sí podemos ofrecer espacios donde fantasearlos menos. Tenerlos en cuenta de menos para escuchar de más a nuestros otros buenos deseos.

Quizás “solo” se trate de tener menos en cuenta los fantasmas de aquello que ya no está, que ya no fue, para dar entrada a las fantasías de lo que sí podrá, de lo que vendrá. ¿Construir nuevos relatos quizás?, ¿imaginarlo un poquito menos será?, ¿hacer algo diferente con lo que no podemos cambiar?

Porque como nos relató Dickens en su Cuento de Navidad: “El rumbo de los hombres presagia cierto final al que cada uno llegará si persevera –dijo Scrooge-. Pero si estos rumbos se modifican, los finales cambiarán. ¡Dime que eso es lo que me estás enseñando!” (145, 2024).

Natalia Torres

 

Referencias bibliográficas

  • Dickens, C.: Cuento de navidad. Edición anotada. Ediciones Akal. Madrid, 2024.
  • Washington, I.: Vieja navidad. El paseo editorial. Sevilla, 2016.