LA EPIDEMIA DEL BULLYING
Mucho sabemos y estamos escuchando acerca de epidemias y pandemias. Somos casi especialistas en medidas sanitarias para enfrentarlas pero al mismo tiempo no sabemos nada. Ya históricamente supimos de la peste e intentamos saber más de la covid-19. Lamentablemente hay otras que llevan acompañándonos mucho tiempo y que no van a frenarse solas sin sus correspondientes medidas oportunas.
“Enfermedad que se propaga durante algún tiempo por un país, acometiendo simultáneamente a gran número de personas”, “mal o daño que se expande de forma intensa e indiscriminada”. Así define la RAE la palabra Epidemia.
Todos hemos perdido con la pandemia. Hay cosas que han parado, pero en paralelo, otras no tienen ninguna intención de parar, la epidemia del bullying sigue su marcha sin freno. La hiperconectividad de la que disfrutamos y que tan bien viene para muchas cosas, le brinda la carretera que necesita para llegar a su destino.
El Bullying, ese acoso escolar por todos conocidos y hacia el que hay protocolos claros de actuación. Los protocolos dan cuenta de esa importancia y gravedad. Nos llevan a actuar de inmediato cuando aparece. Son un intento de ordenar y poner límite y freno. Caso tras caso que lo hace visible, a veces al comienzo y otras cuando el suicidio le pone freno, recurrimos a estos protocolos que visibilizan y ponen en marcha estrategias para luchar contra él. Sin embargo…ahí sigue.
Seguimos escuchamos frases semejantes a “son cosas de niños” o “siempre ha existido”. Comentarios que hay que tener en cuenta con el cuidado de no retirar la importancia y gravedad que lo caracteriza. ¿Qué alivio encontramos bajo estas frases hechas?
El acoso hoy día torna diferente. Si miramos atrás en el tiempo podría estar circunscrito a un lugar, el colegio. Ahora visita las casas. Los hogares y las familias, espacios que durante años ofrecían una protección particular, ahora no pueden ofrecer esa función como les gustaría. Internet, móviles, redes sociales, son la puerta que permite que el acoso viaje en primera línea de alta velocidad. Las diferencias entre el antes y el ahora son claras en este sentido.
Sin embargo hay algo que no cambia: “la voluntad de dominio y la satisfacción cruel que algunos sujetos encuentran al someter a otros a su capricho para así defenderse del desamparo ante lo nuevo” (Ubieto, 2016, pp. 20).
Desamparo ante ¿lo nuevo?…el cuerpo. La irrupción de un cuerpo extraño, con cambios que aparecen en la pubertad, difíciles de recibir e integrarlos, donde cada uno tiene que apañárselas como puede, hace que los ataques a otro sea a veces la única salida, dando una falsa sensación de dominio de lo propio intolerable.
Pero esta situación no solo afecta a la pareja acosado-acosador, ya lo dijo la Fiscalía General del Estado en su Instrucción 10/2005: “La nocividad del acoso escolar alcanza incluso a los menores que como testigos mudos sin capacidad de reacción lo presencian, pues por un lado se crea un ambiente de terror en el que todos se ven afectados como víctimas en potencia, y por el otro, estos menores están expuestos al riesgo de asumir una permanente actitud vital de pasividad, cuando no de tolerancia, hacia la violencia y la injusticia.” (1)
Testigos mudos, el silencio. Este virus necesita del silencio para sobrevivir y multiplicarse. El acoso se escabulle de las miradas de los adultos, de los cuerpos de los docentes y no suele ser visto con facilidad. Cuesta hacerse con él, cuesta nombrarlo. Cuesta enfrentarlo sin temor a peores consecuencias que las ya generadas.
Pero ¿hay vacuna contra el bullying?, ¿podremos dar con ella?
Algo tan complejo necesitará de la implicación de todos: profesionales de la salud, maestros y profesores, familias y a los propios adolescentes. Dar voz, nombrar, reconocer la angustia generada y dar opciones para poder elaborar, y ofrecer significación son esenciales. Sin duda, no hay mejor vacuna para la angustia que la palabra.
Desde Psyquia nos gustaría dar voz y visibilidad a este problema que nos atraviesa a todos. Si la epidemia ya es grave, estemos atentos para que no torne en pandemia.
Como nos dice Benedetti en su poema “No te rindas”:
No te rindas que la vida es eso,
continuar el viaje,
perseguir tus sueños,
destrabar el tiempo,
correr los escombros y destapar el cielo.
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero (…).
Referencias bibliográficas
Ubieto, J.R. y otros: Bullying. Una falsa salida para los adolescentes. Ned Editores. Barcelona, 2016.