¡Y por fin llegó!
Después de 9 meses, llegó el bebé. Toda la familia está expectante. El primer hijo de la pareja, el primer nieto. Cuántas ilusiones depositadas en ese nacimiento, en la llegada del nuevo miembro a la familia.
Pero, ¿qué cuestiones moviliza la llegada de este ser tan esperado?
Son muchas las parejas que llegado un punto de la relación deciden emprender una nueva etapa teniendo un bebé. A sabiendas de que ni la paternidad ni la maternidad son fáciles, se imagina como un acontecimiento cargado de alegría, de ilusión, de satisfacciones continuas, donde nada malo puede acontecer.
Generalmente, las parejas se animan a vivir esta aventura en momentos de mucha felicidad. Desde el amor y el deseo surge la ilusión por ser padres. Y cada uno, antes del nacimiento, ya ha anticipado algo acerca de cómo será el bebé, cómo se irá formando la familia, cómo será la nueva vida que se inicia,¿será una niña?, ¿o un niño?, ¿será tan inquieto como la mamá?, ¿o le gustará el fútbol como al papá?
En este contexto, nos gustaría reflexionar acerca de los primeros momentos tras el nacimiento, donde muchos padres y madres se encuentran con dificultades.
¿Y cómo será?
Si pudiéramos responder con una única frase, “será como se pueda”. Cada sujeto será la mamá y el papá que pueda ser.
Como hemos dicho, algo se anticipará en el imaginario paterno. Pero la primera sorpresa quizás venga en este sentido. Seguramente las cosas no serán tal como se imaginaron. Llegará un bebé que llora, que se queja, que necesita, y del que a priori no conocemos los motivos que hay tras su llanto. Los padres se harán múltiples preguntas:¿le sucede algo?, ¿cuándo dejará de llorar?, ¿lo estaremos haciendo bien? Situaciones y preguntas que nos sitúan frente al no saber. Situación que angustia mucho en ocasiones, pues tanto se ha fantaseado sobre la situación que pudimos creernos que todo estaría bajo control.
Pudiera parecer que sólo hay que dejarse llevar, y sí, pero para eso se requiere de un gran trabajo psíquico que nos permita poder ir elaborando todos los cambios a los que enfrentarnos en muy poco tiempo.
A esto se suma que las cosas han cambiado para la pareja. Donde había dos, dos personas que se conocían, que se entendían, que habían aprendido a convivir, encontramos una situación bien diferente, y por mucho tiempo, pues dejamos de ser dos para dar entrada a un tercero. A un tercero que en un primer momento es muy demandante, principalmente de quién se encarga de ofrecerle los cuidados básicos. Generalmente esa figura es la mamá, quién más tiempo pasa con el bebé los primeros meses, pues aunque cada vez los papás están más inmersos en el cuidado de sus hijos, hay ciertas cosas que caen del lado de la madre. La mamá y el papá son distintos y lo que ofrece cada uno es distinto. Un claro ejemplo, es ella quién da el pecho.
Estos primeros cuidados ocuparán todo el espacio. El bebé es un ser indefenso que al principio de su vida necesita toda la atención. Si tiene hambre, si tiene sueño, si tiene frío, si necesita cariño, tiene a la función materna a su disposición para calmar y colmar sus necesidades. Al principio ha de ser así. Estas atenciones cargadas de cariño le harán sentir seguro, una seguridad que al principio viene del otro, pues él no dispone de recursos auto calmantes.
¿Y en este panorama dónde queda el papá?
Imaginemos por un momento los primeros meses posteriores al parto: cansancio, las famosas hormonas femeninas reajustándose, un llanto del bebé que no entendemos, todo el entorno familiar pidiéndonos ver al recién nacido…y sin tiempo, sin tiempo para cuidar de la pareja.
Pues en este contexto, el papá estará acompañando y ayudando, también como pueda. Disfrutando a su manera, y seguramente echando de menos a su mujer, que por un tiempo estará algo ausente.
Lo más importante es que esta ausencia es necesaria y temporal. Ahora los adultos tienen que esperar. La pareja debe adaptarse poco a poco a la nueva situación, recolocándose.
Una pareja fuerte, con unos cimientos sólidos, donde se haya construido el deseo de parentalidad podrá soportar esta ausencia temporal. Sólo es cuestión de tiempo.