MADRE (NO) HAY MÁS QUE UNA
Según escuchamos relatos de mujeres que son madres, podría decirse, que hay tantas experiencias de maternidad como mujeres en el mundo. Sin embargo, también aparece una cierta necesidad de un sentir común frente a una cuestión tan peliaguda. Este intento de borrar las diferencias existentes entre cada una de nosotras puede tener que ver con el hecho de que el enigma de la maternidad pone a cada mujer frente a sí misma y a su propia capacidad de construir respuestas.
Dicen que “La unión hace la fuerza” y parece que en cierta medida, mediante la identificación, podemos encontrarnos de algún modo con los demás y sentirnos acompañados, pero ¿podemos universalizar la cuestión de la maternidad?, ¿Madre es solo Una?
De lo que no hay duda es que cada mujer la vive de un modo único y personal, habiendo algo que sí es común a toda vivencia de la maternidad: Cada experiencia está totalmente atravesada por la subjetividad de aquella que está en esa posición materna.
¿Qué quiere decir esto? La subjetividad de cada persona está en un proceso en construcción; siempre en marcha y se nutre de todas aquellas experiencias que nos van marcando a lo largo de nuestra vida.
Estas experiencias suelen ser sutiles y se transmiten a través de nuestros sentidos principalmente: una caricia que estremece, una visión de algo abrumador, algo que nos sabe mal, una escucha que nos resuena… Estas vivencias van moldeando el lugar desde donde nos posicionamos en la vida y dicho lugar hace que nuestra realidad, la percibamos desde ahí.
¿Y entonces que pasa cuando una se convierte en Madre? Pues, cuando se es Madre, se da un cambio de posición subjetiva. Es un vuelco de la realidad donde cada una tendrá que ver como puede ir colocándose y resignificando lugares y, como es un lugar genuino, las respuestas han de ser igualmente genuinas.
Cuando nace un primer hijo, nace una madre. Pero, y ¿que ocurre cuando llega el segundo, el tercero…? Cada embarazo y niño son distintos. Distintos son los momentos en los que nacen, distintas son las expectativas, los deseos, los temores… También la estructura familiar ha de cambiar y la pareja, de nuevo, volver a recolocarse.
El modo que tiene el ser humano de generar respuestas a situaciones nuevas es desde lo conocido, o en otras palabras, “tirando de archivo” a modo de repetición de lo vivido anteriormente. Esto significa que damos respuestas pasadas a preguntas nuevas y, por lo tanto, algo queda desfasado. Ahí es cuando aparecen los malestares.
Cuando trabajamos con mujeres que son madres, es necesario hacer un recorrido por el lugar que ocupaba esa niña que ahora es madre en su estructura familiar previa: ¿Qué madre tenía?, ¿qué madre imaginaba que iba a ser?, ¿cuál es su ideal de maternidad?… Del mismo modo que las fantasías que tiene respecto de como será ese hijo: ¿A quién se parece?, ¿como se llevará con el hermano que va a nacer?, ¿le sabré querer de la misma manera?…
De este modo ayudamos a nuestras pacientes a poder pensar desde sí mismas, desde lo más subjetivo y así generar respuestas genuinas a sus propias preguntas y poder sentirse capaces y seguras en su lugar de Madre, ya que con cada nuevo hijo nace una nueva madre.