ALAMBRE DE ESPINO: no como

Hay personas que se sienten inmersas en un laberinto angustioso por haber sentido de manera temprana que eran meros objetos de goce para otros, donde el deseo propio queda ahí atrapado, sin que se pueda desplegar. Desgraciadamente, en ocasiones estas situaciones llegan a ser mortíferas.

Los avatares de las relaciones y la experiencia de amar, y ser amadas, para estas personas quedan marcadas como un eterno enredo de alambre de espino, como si de un conjuro se tratara. Una paciente se preguntaba si era ella misma quién colocaba ese alambre…

Pero ¿por qué poner este alambre de espino?

En experiencias tempranas, en las que el psiquismo está aún construyéndose, se va organizando de manera imperceptible la forma de relación con los otros. Cuando un niño comienza la etapa del no, que es la etapa en la que se consolida la separación del deseo del Otro, el niño con toda su fuerza se obstina en su querer hacer: yo lo hago de otra manera, yo solita/o … esperando siempre que se le apruebe afectuosamente, que haya un reconocimiento amoroso que le sea devuelto. Esta vuelta no siempre es recíproca por diversos motivos, bien porque ocurrió algo traumático, una pérdida, enfermedades, migración, etcétera.

Uno de los motivos que más nos encontramos en consulta es la confusión del amor con la necesidad. Probablemente por la tendencia social que hay a la satisfacción inmediata, a través de objetos que reeemplazan los afectos y que tanta incidencia tienen en las crianzas. Por ejemplo, llegando a ser más necesario qué tipo de vasija se compra frente a los afectos que median en dar de comer y qué intercambios hay ahí. O también, en la incidencia que vemos en las relaciones familiares como la repetición en transmitir que hay otras cuestiones más importantes: el trabajo fuera del horario laboral o el uso desproporcionado de los objetos tecnológicos frente al encuentro familiar.

Esta tendencia social, desafortunadamente, refuerza ideales cargados de muchísima emocionalidad que hacen que se proyecten rígidamente, sin cuestionamientos, sin preguntarse los efectos sobre uno mismo y los demás.

El desarrollo va construyendo, con estas tramas y marcas, una manera de ubicarse frente a los demás y a la vida de los niños, con la idea de que algo de sí mismo se tiene que detener porque va a ser rechazado.

No antes sin intentar un cambio de rumbo mediante manifestaciones con el fin de crear una interrupción en esos ideales rígidamente implantados y en los efectos de la confusión amor-necesidad. Y así, provocar otra mirada más empática hacia ellos, como gritando ¡no confundas el amor con tu necesidad!, y que puedan ellos a su vez mirarse sin peros, con más brillo.

Si sientes que esta confusión entre amar y necesidad, o no sabes como parar el dominio de estos ideales que te están haciendo sufrir, desde Psyquia podemos trabajar para que se pueda encontrar un equilibrio que permita estar bien con uno mismo y con los demás.

Cuando no se ha podido pedir ayuda y no se ha sido consciente, puede ocurrir que en la evolución del psiquismo se instaure el rechazo como certeza, como si fuera una especie de identidad, un yo soy. Esta certeza del rechazo trae consigo una fortísima decepción por lo que no se le dio, considerando que lo que sí se le dio era desechable, así como una fortísima rivalidad para ser la más ideal. Y más adelante, lo que el otro puede ofrecer será rechazado transmitiéndolo como una decepción, y a su vez rivalizando, como diciendo “no es suficiente para mí, ya tengo algo mejor que lo que me das

Comienza a tomar relevancia en sus relaciones este rechazo, como si estuviera diciéndole a todos “sí pero …”. Entonces todos empiezan a tener un pero, empiezan a darse exclusiones en las relaciones entre iguales como no ser invitada a cumpleaños, ocupar el tiempo de relacionarse en el cole con otras cuestiones como terminar tareas, las rivalidades se hacen cada vez más virulentas, donde el yo más se hace indispensable o exponerse a situaciones de rechazo…

Hay una maniobra que va adquiriendo fuerza para afrontar todas estas dificultades, sobretodo en las chicas, que es la de no comer. Y es en el comienzo de la adolescencia que se toma esta maniobra anoréxica de una manera más clara, una maniobra que le hace sentir más ideal, en su imaginario. Lo vive como una proeza frente a lo mundano de la construcción psíquica de un cuerpo: las relaciones con los demás, identidad, sexualidad y también el paso del tiempo.

No vive feliz, hurga defensivamente donde hay que poner más alambre, en un desasosiego que no cesa.

Desde Psyquia podemos trabajar para construir otros destinos, que su malestar se apacigue y le facilite otras maneras de estar y estar con otros.

Mª del Valle Vega