Psicoterapia ¿Varita mágica?
En esta ocasión, gracias al cuento “La varita mágica” de Jaime Eduardo Castellanos Villalba, nos gustaría reflexionar acerca de las expectativas depositadas en muchas ocasiones en la figura del psicólogo.
“Hace muchos años había reyes, y muchos, y todos tenían hechicero a su servicio.
Para gobernar por esa época, cuentan que una vez un sapo, apareció con la varita del mago Merlín, o tal vez era el mago mismo, hasta puede ser que una bruja, con algún «maleficio».
Lo cierto es que con la varita desarrugaba pieles de cocodrilo, quitaba disfraces de presidiario a las cebras, reducía barrigas a hipopótamos y rinocerontes, cambiaba de olor a los zorillos, volvía serios a los tucanes, daba la velocidad del sonido o de la luz a gaviotas y tortugas, y le ponía color a salamanquejas y ranitas pálidas.
La lora le pidió un corazón más grande que el de la jirafa, el elefante menos panza y más gracia en la danza.
-Puede pedirme usted cualquier cosa que yo se la daré – dijo el sapo a la jirafa que no había solicitado nada.
Por favor señor sapo, regáleme la varita- pidió la jirafa.
El sapo se la obsequió generoso, entonces esta levantó la varita, llenó de alegría el corazón de la lora, borró del diccionario la palabra vanidad, condenó a magos, brujos y hechiceros a dejar de existir y en la selva todo volvió a la realidad. Todos los animales desde entonces fueron muy felices de convivir con la verdad”
Casi todos hemos jugado a magos y hadas de pequeños. Nuestras muñecas y muñecos nos acompañaban en esa estupenda tarea de soñar. Gracias a un palito fino con una estrella acompañado de un pequeño “chas”, nuestros más recónditos deseos se podían hacer realidad.
Mantener esa creencia cuando somos adultos, a priori, es impensable, pero en verdad no lo es tanto. En muchas situaciones cotidianas nos dejamos llevar por esta creencia, y una de ellas es cuando pedimos consejo a un psicólogo. El psicólogo nos va a decir qué nos pasa y nos dará las claves para que me deje de pasar. Estoy triste, “chas”, ya no lo estoy. Me siento raro desde hace algún tiempo y el psicoterapeuta me dirá por qué estoy tan raro y qué hacer para volver a ser el de antes, “chas”, ¡magia!
Por un lado, podemos pensar que este funcionamiento es debido a las ganas que tenemos de no pasarlo mal, pero, por otro lado, puede ser por el desconocimiento de qué es un psicólogo. Además, hay una gran carga de narcisismo y de cierto pensamiento infantil. Tener la creencia de que el otro puede solucionarme todos mis problemas en un “pis pas”, como hacía mi mamá o mi papá cuando era pequeño es algo que puede pasarle a cualquiera en algún momento.
Vivimos en una sociedad donde la eficacia ocupa gran parte de todos los tratamientos médicos, sea el que sea. Cuanto más rápido es mejor. Queremos estar bien pronto y la sociedad valora a los profesionales en función de la rapidez en que nos curan…pero todo aquel que ha ido a terapia bien sabe que no es cuestión de poco. Es fácil colocarse en esa posición donde uno cree que las cosas se pueden hacer sin esfuerzo y dando un gran poder a los psicólogos, quienes en un par de meses harán que los problemas se acaben.
Lamentablemente, los psicólogos ni somos magos ni hadas madrinas. No hacemos desaparecer el sufrimiento, lo que sí podemos hacer es ofrecer un espacio que facilite. Al fin y al cabo, se trata de un proceso, un proceso de cambio, y eso requiere su tiempo.
¿Cómo es este proceso?
Se trata de poder acompañar al paciente a que poco a poco pueda realizar un cambio de posición frente al mundo. Se trata de que la persona que sufre de síntomas y que acude a terapia pueda llevar a cabo un proceso de cambio psíquico, para que pueda encontrar un equilibrio nuevo que le permita ser de una manera más saludable.
Y para que este proceso se despliegue es imprescindible que surja desde dentro, no de afuera.
Por todo ello, desde Psyquia no podemos dar una respuesta definida a todas aquellas personas que nos preguntan, ¿y cuánto va a durar esto? Y no se trata de no darla por un empeño personal, sino simplemente, porque no lo sabemos.
Primeramente, porque cada paciente necesita su tiempo para enfrentarse a lo que le pasa, para entenderse, y se vale de un ritmo distinto al de cualquier otra persona. Si no tuviésemos esto en cuenta nos olvidaríamos de la subjetividad de cada persona. Pero también, hay que tener en cuenta que los síntomas, en la mayoría de casos, llevan mucho tiempo acompañando el día a día del sujeto y no desaparecen por arte de magia. ¡Qué difícil resulta quitarlos de un plumazo! Y qué arriesgado por otro lado, pues cuando algo que causa tanto malestar lleva tanto tiempo instalado en la vida de una persona hay que ser precavidos. Si utilizamos una varita mágica, como en el cuento, resultaría estupendo poder quitar de repente: quitar los tics a un niño, la rebeldía excesiva a un adolescente o la depresión a un adulto, pero sería irreal.
La magia de la psicoterapia es que consigue que conozcamos la verdad. Conocer el por qué del síntoma facilita que dejemos de sufrirlo y que aquello que teníamos colocado en él y que hacía que se mantuviese, pueda colocarse en otro lugar de manera que nuestra calidad de vida mejore considerablemente.