Me pareció ver un lindo gatito…
Se acerca la Navidad, los buenos deseos, la generosidad, la exaltación del amor hacia los demás, bla, bla, bla… Si esto fuera un gif de estos que están tan de moda en las redes sociales, ahora saldría un animal que abriría mucho los ojos con cara perpleja.
Soy buena persona. ¿Por qué todos parecemos empeñados en definirnos así? ¿existe alguien que diga lo contrario? Como diría la locución latina: Excusatio non petita, accusatio manifesta.
En terapia hablamos de la negación: Procedimiento en virtud del cual el sujeto, a pesar de formular uno de sus deseos, pensamientos o sentimientos hasta entonces reprimidos, sigue defendiéndose negando que le pertenezca. Es decir: “Se me olvidó invitar a fulanito a la fiesta, pero en absoluto era porque no quería que viniese”. Tal rotundidad hace sospechar (acéptalo: fulanito te cae mal) y, ¿no podremos decir lo mismo de la afirmación?
Nuestros peores enemigos también se consideran buenas personas y nos consideran a nosotros malas, pero por supuesto, ellos están equivocados.
Pensemos en una serie de nuestra infancia de la productora Warner Bros: Piolín era un santo y Silvestre era el malo que se lo quería comer. ¿Seguro? Piolín era un dulce canario sólo en la presencia de la abuelita pero cuando ésta no miraba Silvestre se llevaba un sartenazo.
Lo podríamos definir como un bueno de cara a la galería, siendo la galería la abuelita. Piolín quería ser querido y admirado por esta mujer y desde pequeños nos han enseñado que para ser amados hay que portarse bien, pero este terrenal canario tenía también instintos: agresividad, celos, envidia, rivalidad… Como todos los seres humanos. Estamos firmemente determinados a negar estos afectos, pero lo cierto es que tenemos que convivir con ellos.
Lo importante no es no sentirlos, sino precisamente, saber que los sentimos para no actuarlos. Quién más lo niega, más lo sufre y lo pone en acto.
En la educación de los niños esto es importante, tenemos que ayudarles a reconocer estos sentimientos y darles permiso para sentirlos o no aprenderán a canalizarlos y gestionarlos. Estaremos creando Piolines que son angelitos en casa y muerden a diestro y siniestro a sus compañeros en ausencia de la mirada de papá y mamá.
No se trata entonces de maldad o bondad, sino del reconocimiento de nuestra condición de seres afectivos y la necesaria reflexión que convierte la moral impuesta en una ética propia. Si vemos desde fuera las leyes, lo que está bien y está mal, como algo externo y ajeno a nosotros pero que debemos cumplir, nos comportaremos para ser vistos, para dar la imagen de bondad, para que el otro vea que soy bueno, pero sin ser atravesado por nosotros. Si reconocemos nuestro abanico de sentimientos y los abordamos, crearemos una ética interna menos rígida y más honesta que nos permitirá reconocernos y responsabilizarnos de nuestros actos.
Como no podía ser de otra manera debido a nuestra inmensa bondad, desde Psyquia os deseamos Feliz Navidad.