Depresión, esa palabra tan común en nuestros días…
¿Quién no conoce a alguien que está diagnosticado o en tratamiento por depresión?
Todos hemos estado tristes en algún momento. Tristeza que nos ha hecho llorar, ponernos nerviosos, inquietos o cabreados.
La tristeza es un sentimiento anímico temporal provocado por un acontecimiento desagradable o dañino. Pero es tan distinto tristeza de depresión…
“Me dejó mi novio y no volví a levantar cabeza”, “tras la muerte de mi padre me vine abajo”, “nunca imaginé que me despedirían del trabajo, y cuando llegó ese momento me invadió la tristeza”…
Y a estos ejemplos cotidianos podríamos añadir miles de ejemplos más. Una madre que se siente sola frente a la salida de los hijos del hogar, nuestra pareja se vuelve más distante, años buscando un empleo sin éxito, no ser reconocido por nuestros logros, un largo proceso de enfermedad, una riña familiar, un suspenso académico…Algunos parecen merecedores de provocar depresión, mientras que otros a priori, nimiedades.
Sin embargo, si alguno de ellos posibilita que alguien sufra de depresión, no estaremos frente a nimiedad alguna. Quien está deprimido bien lo sabe.
Todos sabemos acerca de ella. Sabemos que está caracterizada por grandes sentimientos de tristeza, apatía y desinterés, llanto, aumento o pérdida del apetito, insomnio, o todo lo contrario, sentimientos de inutilidad, falta de vitalidad. Son síntomas que reconocemos, pero son muchos, variados y distintos. Es importante resaltar este aspecto.
Es importante porque aquello a lo que llamamos depresión es un conjunto de síntomas procedentes de historias personales complejas y siempre distintas. Y como observamos en cada caso, siempre relacionadas con vivencias de separación y pérdida. Y Cada separación y cada pérdida tienen su singularidad.
En la actualidad, la depresión es una de las enfermedades más diagnosticada. Preguntémonos ¿por qué? Como poco hay que escucharla.
Nos encontramos con una atención médica apresurada y breve, que posiblemente responda a la necesidad social de conseguir resultados predecibles y rápidos, donde lo deseable es eliminar cuanto antes cualquier comportamiento no deseable. Ya desde el médico de atención primaria se recetan antidepresivos. Y es cierto que son necesarios, pero,¿únicamente?
La medicación hará que el insomnio, la apatía o la falta de apetito desaparezcan, pero debemos tener muy en cuenta que estos síntomas son fenómenos que nos quieren decir algo más.Cada persona es distinta, y como tal, cada persona con depresión también lo es. Detrás de estos síntomas compartidos, cada uno lo sufrirá de una manera, encontrándonos problemas subyacentes singulares.
No todo el que se encuentra triste está deprimido. Si estamos tristes, lo habitual es que sea pasajero, y con el tiempo nos iremos encontrando mejor. Con la depresión no ocurre lo mismo. Para ella no vale “con el tiempo ya se pasará”. La depresión requiere de ayuda profesional para poder sanar los problemas subyacentes de los que hablábamos anteriormente.
Aunque en ocasiones nos ayudemos de antidepresivos, el objetivo último será poder elaborar las vivencias que nos llevaron a un estado de tanto sufrimiento y malestar.
Reflexiones generales acerca de una dolencia que a pesar de su complejidad, sigue acompañándole un término demasiado general que en ocasiones puede olvidarse de lo particular.