RESEÑA: LA MENTIRA DE LOS SELFIES
El lunes 4 de Febrero consultaron desde La Sexta a nuestra compañera Ana García acerca del artículo publicado por The Guardian sobre como la «dismorfia autoforma» hace que las personas busquen cirugía.
Durante el encuentro se abrieron preguntas como ¿Qué papel tienen los selfies en la construcción de la identidad a día de hoy? ¿Existe una población más vulnerable a padecer este trastorno?, ¿es un trastorno o una moda o tendencia social?, ¿qué lugar ocupa a día de hoy la mirada de los otros?, ¿han cambiado los ideales?
En muchas ocasiones, cuando se quiere pensar acerca de un fenómeno social actual, se hace útil poder escuchar a los adolescentes de ese momento y su discurso, ya que suelen ser buenos ilustradores de lo que está pasando. Ellos retratan lo que “se esta cociendo” para todos pero de un modo exagerado.
A día de hoy nos encontramos con adolescentes que invierten una buena parte de su tiempo en mostrar-se a través de redes sociales, como puede ser Instagram. Es un hecho que la intimidad ya no es lo que era y que la mirada de los otros ha venido a ocupar un mayor lugar. Los likes son usados como termómetro del valor de cada uno. Vivimos en un momento donde el yo ideal gana terreno al ideal del yo. Para que podamos entendernos, donde antes estaban las modelos, cantantes, actores, músicos… ahora está nuestra propia foto retocada.
Cada vez está menos el querer “jugar” a parecerse a alguien a quien admiras, y somos nosotros mismos los que al igual que el niño pequeño que “se cree el rey del mambo” tratamos de alcanzar la perfección a golpe de Photoshop, tener nuestro canal de You Tube y ser Influencer. El narcisismo nos gana la batalla, en un momento donde reconocer que uno mismo no lo tiene todo parece ser un pecado. ¡Qué trampa mortal!
El papel que tenían los antiguos ideales ayudaba al adolescente a salir de su egocentrismo y de lo familiar, de lo conocido. Había una mirada más allá de uno mismo, que buscaba fuera, aquello de lo que se creía carente. ¿Qué tengo que hacer para ser como Madonna? ¿y como Brad Pit? Los adolescentes forraban sus carpetas, paredes de habitación, camisetas, con fotos de sus ídolos a ver si envolviéndose en ellos se les pegaba algo. Esto, que es un proceso sano en el crecimiento de un individuo, daba cuenta de procesos psíquicos complejos: pasar a reconocer que no somos perfectos, que nos faltan cosas.
Tal vez actúa como bálsamo reparador la esperanza de que tal vez si nos pareciéramos a menganito o fulanito, sí seriamos perfectos, ideales. Afortunadamente, fulanito y menganito estaban lejos, muy lejos, se mantenían como ideales durante un buen tiempo. Esta distancia actuaba como motor del deseo de mejorar, y ¿si hago aquello?, y ¿si me pongo lo otro?… y así los adolescentes iban construyendo su identidad en un espacio de juego, de ilusión.
¿Qué pasa ahora?
El escenario es diferente, los ideales seguimos siendo nosotros mismos, el niño que se cree “el rey del mambo para papá y mamá” cuando crece, no mira afuera, mira una pantalla que le devuelve la idea de que él sí puede tenerlo todo. ¡Faltaría más! Ya lo decía Loreal “¡porque tú lo vales!”.
El adolescente se encuentra en una situación muy complicada ya que no hay distancia con ese otro al que parecerse, sino que es él mismo el que se ve obligado a encarnar ese ideal. ¿Y como mantenemos esta imagen en la realidad?, ¡una cosa es parecerse y otra ser! ¿Cómo hacer para que al ir a comprar el pan seamos los mismos que en IG?, ¡Qué horror a qué vean que no soy lo que muestro!
Aparece entonces la posibilidad del encuentro con el bisturí, lo que antes se jugaba en la fantasía (parecerse a) ahora se juega en el cuerpo, y ¡ay amigos! Como el bisturí no sea tan eficiente como Photoshop… ahí vienen las frustraciones, los dramas e incluso las tragedias.
Dependiendo de la capacidad que tenga el sujeto para soportar la imperfección, la falta… así será su grado de sufrimiento.
No obstante, nos gustaría también poder agradecer a la cirugía sus avances y la mejora en la calidad de vida y bienestar emocional que supone para algunas personas cuando se hace un uso responsable de la misma.
No queremos caer en el “cualquier tiempo pasado fue mejor”, lo que sí nos parece importante es abrir un espacio para pensar en las diferencias que entrañan nuestros tiempos. Es diferente jugar a parecerse que ser, no es igual que haya un otro a que estemos solos, ni que nos miremos en los ojos de otro a que nos miremos en nuestros ojos a través de una pantalla, etc.
¿Qué os parece a vosotros?
Os dejamos el link al vídeo completo