Adicción al sexo una huida frente al vacio
Shame, es el segundo largometraje Steve McQueen. En ella se describe la soledad que sufre un hombre, aparentemente el icono del éxito: joven, apuesto, seductor, con un gran puesto de trabajo e independiente en la gran ciudad de Nueva York.¿Qué ocurre entonces para que la mejor salida frente a ese encierro solitario sea la adicción al sexo?
Según palabras de su director, la película nos habla de “una persona que goza de todas las libertades occidentales y que a través de su aparente libertad sexual crea su propia prisión”.
Esta gran película muestra la desesperación que condena a una persona a no poder vincularse emocionalmente en una relación significativa. Nos encontramos cada vez más con dicha problemática, donde hombres con éxito en distintos ámbitos de su vida y aparentemente capaces de enfrentarse a las exigencias de la vida, muestran una notable incapacidad de poder vincularse con el otro afectivamente. Es entonces cuando aparece el síntoma en la relación sexual: adicción al sexo, impotencia, eyaculación precoz…
Pareciera así que las relaciones sexuales cada vez se nos complican más. A mayor “libertad” sexual y presencia de sexualidad en los medios, mayor incapacidad de enfrentarse a una relación sexual. Decimos enfrentarse ya que para relacionarnos afectivamente con un otro en una relación sexual es necesario que uno haya podido acceder al contacto con su propio deseo como con el deseo del otro. Si no es así, no podemos hablar de relación sexual sino más bien de acto sexual.
¿Pero qué es el deseo? Aquello a lo que el sujeto puede acceder cuando aparece una falta constitutiva que da cuenta de lo simbólico. La presencia física y afectiva es el soporte de la construcción de la Subjetividad, es decir, la construcción del propio deseo viene dada por la percepción del deseo de ese otro. Pero para poder ver ese deseo es necesaria la presencia de un tercero que lo separe. Cuando uno goza no puede verse como ser separado y tolerarlo. El protagonista no puede desear, únicamente goza como un niño atrapado en un narcisismo primario autoerótico que huye de enfrentarse con el dolor de la falta así como de la angustia de tener que hacerse cargo del otro. Cuando uno no puede tocar el dolor aparece entonces la angustia.
Esto es lo que nuestro protagonista es incapaz de hacer: Puede mantener todo tipo de contactos sexuales pero no puede contactar con su propio deseo. Esto se hace patente en el momento de encuentro sexual que vive con su compañera de trabajo, cuando esta le toca el rostro pasando por las líneas de expresión de su cara como un intento de decirle “te veo más allá de ver un cuerpo, veo tu dolor”. Es en ese momento donde la impotencia de afrontar el encuentro sexual se da. No puede haber erótica ni encuentro, únicamente sexo como puramente acto. Como quien fuma un cigarrillo tras otro, bebe un vaso de ginebra tras otro, o consume sexo tras sexo. Circuitos autoeróticos cerrados, de pura carga y descarga y donde no entra nada del orden de lo simbólico.
El director nos muestra también otra versión de lo mismo a través de la hermana del protagonista que trata de escapar del mismo vacío también a través del cuerpo, manteniendo relaciones dañinas con hombres imposibles y cortándose de unmodo compulsivo para así poder sentir algo más allá de la nada.
El otro como sujeto con su deseo es percibido como una amenaza. Es un otro que “Ahoga y oprime” como lo siente el protagonista en la relación con su hermana y con las mujeres con las que se encuentra. Al no poder hacerse cargo del deseo propio, el protagonista construye el mundo que le rodea como puramente material: Lleno de cuerpos, lenguas, manos, pechos, penes… y separados de un sujeto. De ese modo, como a través de una pantalla de ordenador, las personas están desafectivadas y convertidas en objetos.
La película nos muestra de un modo impecable como la perversión pasa desapercibida hoy en día. Así como pasa desapercibida la angustia que vive el personaje cuando está de manera compulsiva alcanzando el orgasmo y hay una ambigüedad en su rostro que nos hace preguntarnos si ¿goza o se angustia? Dejando abierta la respuesta marcando así la absoluta soledad en la que se encuentra el protagonista.