Sociedad y sus Normas

Reseña «La sociedad de las siglas»

Desde Psyquia nos gustaría plantear la cuestión actual del abuso que existe tanto de «etiquetas diagnósticas» como de medicación asociada y como esto actúa de tapadera para «silenciar» lo que el síntoma nos dice. 

¿Seremos capaces de escucharlo?

Antes de empezar, nos gustaría dejar claro que desde Psyquia consideramos que los manuales de psiquiatría son necesarios para una comunicación universal entre profesionales, y que un uso adecuado  de los psicofármacos es imprescindible para mejorar la calidad de vida de algunas personas que sufren enfermedades mentales crónicas como pueda ser la esquizofrenia, el trastorno bipolar, trastornos muy graves de conducta, o situaciones vitales puntuales en las que bajar el nivel de angustia se hace necesario para poder realizar un trabajo psíquico.

Una vez aclarado este punto,  nos llama la atención como muchas personas, sobre todo niños, son “etiquetados” de trastornos psicológicos, más allá de lo que significa hacer un buen diagnóstico clínico, pues llegan a otorgar  una “identidad”  a quién lo padece, identidad que arrastraran de consulta en consulta,  y por la que serán sobre-medicados, relegando a un segundo plano el intento de comprensión de dicho “trastorno”.

Desde Psyquia queremos invitar a reflexionar sobre  la tendencia que existe a día de hoy de sobre-medicar a las personas refugiándose en el escudo que proporcionan esas “etiquetas”. Es frecuente escuchar  “hay que medicarle porque es hiperactivo” o  “si usted llora, está deprimido/a y  por eso debe tomar antidepresivos”, “este adolescente esta más irritado de lo habitual y protesta mucho, es que tiene un trastorno de conducta, lo mismo no le vendría mal algo para el control de los impulsos”.

Nosotras nos planteamos ¿Cómo es posible que un trastorno descrito de manera general en un manual de psiquiatría defina “lo que es” un individuo único? ¿Qué hay detrás de un exceso de movimiento, de estar triste o más irritado de “lo normal”? ¿Qué nos dice todo eso? ¿Podemos escucharlo?

Parece que expresar la tristeza, el cansancio, la pena, la rabia… en definitiva, el malestar psíquico, no está permitido. Beatriz Janin habla de silenciar la infancia, nosotros iríamos mas allá: silenciar toda manifestación emocional en cualquier etapa de la vida que no cumpla con las expectativas de “ser feliz” y sobre todo, no de problemas porque no hay tiempo para pensarlos ni para escucharlos. Nuestra cultura de la inmediatez exige soluciones rápidas para el dolor psíquico. Remedios  mágicos… sean los que sean. Mágicos para no pensar, mágicos para no molestar, mágicos para no comprometer, mágicos para no sentir, mágicos para no sufrir…

El trabajo psíquico consiste en pensar  ¿Para qué, si no, sirve el aparato psíquico?  El “problema” es que pensar  implica respetar los tiempos que necesitamos para poder hacerlo. Y que muchas veces, pensar duele, pero también calma, y lo más importante, llega a «curar”.

Hubo una época en que, socialmente, se respetaba el tiempo del duelo, en que llorar era hasta saludable, expresar el enfado, de lo más normal,  tener amigos a quién contar las penas, y hasta el médico tenía tiempo para escuchar  más allá de la queja física de su paciente.

Desde Psyquia, planteamos el trabajo psíquico, la psicoterapia, como una escucha activa, como  un proceso para pensar, proceso que conducirá a mejorar la calidad de vida. Y hacemos un alegato por el derecho a expresar la tristeza, la rabia, el dolor, en definitiva, el derecho de tener tiempo para pensar, para elaborar psíquicamente sin que nos silencien con medios “mágicos”.

Pensamos que, aunque pensar cuesta y requiere un esfuerzo, es altamente gratificante porque des-angustia.  La angustia es la voz de lo que no ha podido ser pensado o trabajado psíquicamente. ¿Por qué no escucharla?

 

Referencias bibliográficas:

“La medicalización de los niños o cómo silenciar la infancia” De Beatriz Janin

 “El Marketing de la Locura – Vendiendo la Enfermedad” Un vídeo de los canales Ankesenaton y SaavedraAbel